lunes, 29 de octubre de 2012

Spot de la semana: "Más que regalos, sonrisas dulces"

Ana Muñoz, seguidora del blog y ferviente defensora de la buena publicidad, me ha enviado este vídeo como posible anuncio para la sección “Spot de la semana”. Lo he aceptado porque me parece una sugerente pieza publicitaria, bien guionizada y producida. De hecho, "entramos" en la historia muy rápido y muy a gusto, aunque la explícita mención de los patrocinadores -en la parte final- puede restar eficacia comunicadora y empañar la buena impresión del comienzo.

Se trata de una campaña de solidaridad promovida por una empresa de dulces. En ella colabora también la Fundación Theodora, una agrupación de payasos que trata de llevar un poco de alegría y diversión a los niños enfermos. En su página web señala que su objetivo es “aliviar el sufrimiento de los niños hospitalizados a través de la risa, porque la risa les hace fuertes”. De ahí el lema de la campaña: "Sonrisas dulces" nos habla de las dos entidades patrocinadoras -payasos y dulces- y de los dos regalos más apreciados por los menores.

Paradójicamente, en el comienzo de este anuncio no hay situaciones dulces, alegres o divertidas. En las primeras escenas se muestra la marginación, e incluso la burla, que puede sufrir un niño enfermo de cáncer. Sin pelo en la cabeza, sin amigos a su lado. Al padecimiento físico se une el padecimiento moral. Todos los esfuerzos de sus padres -su empeño para que viva una vida normal- parecen estrellarse en la indiferencia del entrono. Pero al final, surge la sonrisa, la alegría... ¡la solidaridad! Como decía un sabio profesor mío, “la solidaridad no es más que la caridad para quienes no quieren usar esta palabra, porque la solidaridad no es otra cosa que el amor de amistad, la comprensión de los que son diferentes, la entrega sincera a los demás”.

Me parece un mensaje especialmente bueno para estas fechas, en las que pronto veremos las luces de la Navidad. Para algunos, la mejor Navidad está en ser queridos y aceptados como son, porque así aflora en ellos una felicidad muy honda que a todos debería enriquecer.

domingo, 21 de octubre de 2012

Spot de la semana: "Profesiones hermosas, profesiones de servicio"

Todas las profesiones pueden vivirse como un servicio a los demás. Por encima del dinero o del prestigio social, muchas personas descubren cada día que su trabajo es, esencialmente, una ocasión de servir a quienes les rodean. El médico al enfermo, el profesor al alumno, el funcionario a todo el público.

Sin embargo, algunas profesiones tienen una especial vocación de servicio: como la de enfermera o la de madre de familia. Este tipo de profesiones exigen un compromiso y una atención que implican a la persona entera: no solo piden pericia técnica; requieren, de una manera especial, una riqueza personal muy grande: cariño, atención, ternura, generosidad...

De este segundo grupo, hoy quiero rendir un sentido homenaje a esas actividades de voluntariado que, muchas veces, pasan inadvertidas para la sociedad. Actividades muy valiosas, vinculadas al carácter necesariamente solidario de la naturaleza humana. Quienes son destinatarios de esas atenciones (niños, enfermos, personas mayores) sienten un agradecimiento muy especial, y "pagan" con afecto y ternura esa dedicación que no puede pagarse de ninguna otra forma. Desde luego, no con dinero.

Un brindis por las profesiones hermosas, las profesiones de servicio. Ojalá que el recuerdo y el agradecimiento de todos contibuyan a que no falten nunca personas que quieran llevarlas a cabo. Y ojalá que su ejemplo de entrega y voluntad de servir sean referentes claros para esa sociedad nuestra, con demasiada frecuencia preocupada tan solo de sí misma.

domingo, 14 de octubre de 2012

Spot de la semana: "El amor de los abuelos, un tesoro por descubrir"

El arranque del anuncio presagia tedio y desesperación: "Hola, mamá, soy Laura. ¿Puedo dejarte a los niños esta semana? Aquí están todo el día aburridos, enganchados a la tele...".

Lo intuimos. Una madre con buena voluntad que no puede con sus hijos hiper-tecnologizados. Con el fantasma de la vuelta al cole, intenta capear la última semana de vacaciones enviándolos a la casa rural de los abuelos. "Quizás lo que necesitan es un poco de aire fresco", piensa. Pero, en el fondo, ella misma no cree en el milagro.

Y, sin embargo, el milagro ocurre. Los abuelos, la naturaleza, la casa de campo: todo se alía para un nuevo descubrimiento. El milagro ocurre, sobre todo, en el alma de Pepe, ese adolescente que no sabe quién es y que siempre está aburrido: "Está rarísimo, lo único que le importa son los videojuegos y chatear en el ordenador".

En pocos días, empieza a surtir efecto su relación con los abuelos. Ya no son "los viejos", eternos olvidados en la ciudad, sino unos "segundos padres" que saben derrochar cariño y abrir los ojos a sus nietos. La comida casera, los juegos al aire libre, los fuegos de campamento; escuchar el mugido de una vaca y ver al ternero cómo se amamanta; coger con las manos los huevos recién puestos, y tumbarse sobre la hierba para ver pasar las nubes. Y montar a caballo, y dormir en una tumbona... Arreglar una vieja moto se convierte en un desafío... y en un regalo para la madre.

Al final, Pepe ha cambiado. Y nosotros con él. Hemos vuelto a descubrir esas cosas de siempre que nunca debimos perder. El amor a la naturaleza, la conversación en la familia... En este spot, el diálogo entre abuelos y nietos se palpa en cada plano, aunque no podamos oírlo. Por eso es tan conmovedora la frase final de la madre dirigida a la abuela: "Mamá, no sé cómo lo haces con los niños...".

El arte de las abuelas para encandilar a los nietos es uno de esos saberes que debemos aprender a valorar. En esta sociedad nuestra, que cada día arrincona más a los mayores, es de vital importancia que descubramos estas dos grandes verdades: que la vida natural no debe ser suplantada por la tecnología; y que el lugar de los abuelos es insustituible en la familia. Ellos tienen esa sabiduría amable que nos hace ver lo más valioso de la vida; y guardan un tesoro oculto, que sólo pueden ofrecer a quien se decide a compartir con ellos su existencia.

domingo, 7 de octubre de 2012

Spot de la semana: "Para mí, ganaste"

Hoy quiero sugeriros este anuncio. Es sencillo y, a la vez, muy valioso. Es una historia de amor y de lucha, de superación y de esfuerzo. Es hermosa. Y, lo más importante, es real.



Esta historia nos habla de amor, de cariño, de un afecto que supera las barreras del tiempo… y que permanece inalterable en la madurez y en la vejez. “Para mí, ganaste”: Para mí, tú has sido siempre el mejor de los hombres, el mejor de los maridos, el amor de mi vida, lo que siempre he deseado.

Tal como está narrada, la historia emociona y sobrecoge. Porque es hermosa. Pero, además, está basada en un caso real.

Sucedió el 20 de Octubre de 1968, en el estadio Olímpico de Ciudad de México. Tras la entrega de medallas de la maratón –tradicionalmente, la última prueba de los Juegos Olímpicos- se ha celebrado la ceremonia de clausura y los espectadores abandonan el estadio. Es ya noche cerrada. De repente, los altavoces se ponen de nuevo en funcionamiento y piden a los asistentes que se queden en el interior del recinto. En el exterior, se escuchan unas sirenas de la policía y se percibe el reflejo de numerosas motocicletas, con los faros encendidos, que alumbran el camino hasta el estadio olímpico. Todo avanza con lentitud.

Se oyen gritos de entusiasmo. Un grupo de personas que está en el túnel de entrada empieza a aplaudir y, en pocos segundos, el estadio entero ovaciona, como pocas veces se ha visto, a un atleta que está entrando en ese momento.

John Stephen Akhwari, nacido en 1942 en Manyara, Tanzania, surge del fondo de la oscuridad. Entra dando tumbos, con una pierna mal vendada que supura sangre y pus. Le quedan sólo 400 metros para llegar, y sigue corriendo, torpemente, tropezando a cada paso. El público entiende al fin y, puesto en pie, rompe en uno de los mayores aplausos que se han escuchado nunca en un estadio. Están presenciando un ejemplo histórico de valor y superación.

En cuanto Akhwari culmina los 42'195 Km., cae exhausto y es recogido por el personal médico, que lo traslada de inmediato a un hospital. Al día siguiente, en una rueda de prensa, Akhwari explica que había tropezado en el kilómetro 19, y en la caída se había destrozado la rodilla y dislocado un hombro. Cuando le preguntan:“¿y por qué siguió corriendo, si ya no podía ganar?”, Akhwari contesta: “Mi país no me envió a 5.000 millas para que empezase la carrera, me envío a 5.000 millas para que la acabase.”

Dos años después, Akhwari terminó quinto en la maratón de los Juegos de la Commonwealth, disputados en Edimburgo. Y en 1983, tres años después de su retirada, recibió la medalla de honor al héroe nacional de su país.