domingo, 27 de octubre de 2013

Creer en los demás

Cuenta Anthony Robbins, conferenciante de prestigio internacional, que en la escuela tuvo un profesor de oratoria que, un buen día, le dijo que quería verle después de la clase. El chico se puso muy nervioso, y se preguntaba si habría hecho algo malo. Sin embargo, cuando hablaron, el profesor le dijo: «Señor Robbins, creo que usted tiene condiciones para ser un buen orador, y quiero invitarle a un certamen de oratoria con otras escuelas».

Robbins no pensaba que poseyera ninguna capacidad especial, pero su profesor lo decía con tal seguridad que aceptó. Aquella intervención de aquel profesor cambió la vida de ese chico, que en pocos años llegó a ser uno de los más valorados talentos de la comunicación. Su profesor hizo una cosa pequeña, pero logró cambiar la percepción que ese chico tenía de sí mismo.

La imagen que cada uno tiene de sí mismo es en gran parte reflejo de lo que los demás piensan sobre nosotros. O, mejor dicho, la imagen que cada uno tiene de sí mismo es en gran parte reflejo de lo que creemos que los demás piensan sobre nosotros.

No puede olvidarse que esa imagen es una componente real de la propia personalidad, que regula en buena parte el acceso a la propia energía interior, o incluso crea esa energía. Es un fenómeno que puede observarse con claridad en los deportes, por ejemplo. Los entrenadores saben bien que en determinadas situaciones anímicas, sus atletas rinden menos. Cuando una persona sufre un fracaso, o se encuentra ante un ambiente hostil, es fácil que se encuentre desanimado, falto de energía. En cambio, cuando un equipo juega ante su afición, y ésta le anima con calor, los jugadores se crecen de una forma sorprendente. También lo experimentan los corredores de fondo, o los ciclistas: pueden estar al límite de su resistencia por el cansancio de una carrera muy larga, pero una aclamación del público parece ponerles alas en los pies.

Nuestra energía interior no es un valor constante, sino que depende mucho de lo que pensemos sobre nosotros mismos. Si no me considero capaz de hacer algo, me resultará extraordinariamente costoso hacerlo, si es que llego a hacerlo. Hay que pensar que la opción del desánimo tiene también su poder de seducción, y que el derrotismo y el victimismo se presentan para muchas personas como algo realmente sugestivo y tentador.

¿Y no es un poco narcisista pensar tanto en la propia imagen? Podría serlo si no se plantean bien las cosas. El narcisista sufre porque en realidad no se ama a sí mismo, sino a su imagen, de la que acaba siendo un auténtico esclavo. En el momento de elegir entre él mismo y su imagen, acaba prefiriendo a su imagen, y ésa es la causa de sus angustias. Desarrollar la autoestima, es decir, una equilibrada estimación de uno mismo, es algo muy necesario, para lo que es preciso tener una buena percepción de uno mismo. Si uno confunde eso con dejarse esclavizar por su imagen, equivoca el camino; pero si logra crear una imagen positiva de sus propias capacidades, sin duda éstas rendirán mucho más.

Por eso, creer en los demás tiene efectos que muchas veces son sorprendentemente positivos. Todos hemos pasado alguna vez por pequeñas crisis, por momentos en los que nos faltaba un poco de fe en nosotros mismos, y quizá entonces encontramos a alguien que creyó en nosotros, que apostó por nosotros, y eso nos hizo crecernos y superar aquella situación. Goethe escribió: «trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser» (Alfonso Aguiló).

domingo, 20 de octubre de 2013

"La sorpresa": Dedicado a todos los que están lejos

Este vídeo, titulado “La sorpresa”, se ha convertido en un viral. Y lo ha hecho gracias a su enorme carga emotiva. En apenas dos semanas ha superado los 4 millones de visitas, y el flujo sigue en aumento. Lo mejor de todo es que se trata de una historia real.

Muchos quizás no lo sepan, pero esta grabación es la historia de Esther y Jorge, dos valencianos de 30 y 34 años, que tras dos años y medio en el extranjero, deciden volver a España. “Hay muchos tipos de viaje: de turismo, de placer, de negocios, de reencuentro… Pero siempre, la llegada al aeropuerto te hace sentir algo especial. En nuestro caso son nervios, deseando que las horas pasen rápido para poder dar una mágica sorpresa”.

En efecto, ese es el plan. Desde hace semanas, los dos han pensado una bonita forma de sorprender a sus padres: aprovechar unos días libres para plantarse delante de sus padres y darles un abrazo inesperado: “Hoy queremos regalar a todos los que salisteis, y a los que os quedasteis para luchar por el cambio, la emoción de una madre cuando vuelve a abrazar a su hijo”.

La ternura de ese momento es inmensa. Pero aún es mayor la de la despedida. Tras días de gozo familiar, los dos protagonistas tienen que volver a marcharse. Y esa despedida –esta vez sí, en el aeropuerto- cierra con lágrimas un adiós triste y doloroso. Es difícil comprender lo que supone para una madre la amargura de esa separación. Hay que vivirlo para saber qué se siente. Y, por desgracia, ésta es una historia con la que muchas familias españolas se sienten identificadas.

El vídeo termina con una matizada crítica social: “Esperemos que algún día nos dejéis volver”. Es una denuncia a los políticos, banqueros y empresarios especuladores, a los que acusan de haberles privado de una oportunidad en España.

Con todo, su principal mensaje es de apoyo y solidaridad. Por eso el vídeo está dedicado “a todos los que están lejos”. “Nos acordamos de todos vosotros –parece decir la cinta–. Sabemos que formáis parte de esta nueva generación que ha tenido muy pocas posibilidades… Aquí nos tendréis siempre con los brazos abiertos”.

domingo, 13 de octubre de 2013

Spot con valores: "El amor es contagioso"

Este es un vídeo que ha dado la vuelta al mundo. Es una campaña promovida por Krizovatka, una organización checa que busca cambiar al mundo promocionando valores solidarios. El vídeo no necesita palabras, porque aspira a ser universal, y las palabras difieren de un país a otro. Por eso recurre a dos lenguajes que sí son universales: la imagen y la música.

La imagen, sin duda, es lo más atractivo. Lo que vemos no es una historia: es una cadena de historias enlazadas por un gran tema: el amor. El eslogan final nos recuerda: “láskou a sluzbou spojujeme cesty” (El amor y el servicio abren nuevos caminos). En efecto, el amor es contagioso: es una medicina que todo lo cura, todo lo sana, todo lo vivifica; y, al mismo tiempo, es un virus que se contagia entre los seres humanos: nos lo transmitimos unos a otros cada día.

Todo comienza con la bondad de un niño. Un niño pequeño, introvertido y de color, que se da cuenta de que puede ayudar a otro con solo tender su mano. Su acción es vista por otra persona que se anima a dar a otro lo que ha experimentado. Y así empieza una cadena de servicios que parece no tener fin.

El otro lenguaje sin fronteras es la música. La letra de la canción creada por Noah and the Whale realza con fuerza extraordinaria estas imágenes inspiradoras: “Si das un poco de amor, puedes recibir amor para ti”. Una invitación a la solidaridad: “Da un poco de amor, ¡y verás lo que ocurre!”.

A veces basta un pequeño gesto, como el de tender la mano. Basta con una pequeña acción que inicia una cadena inesperada… Y entonces se opera el milagro. El amor hace posible el milagro de que la vida sea maravillosa.

domingo, 6 de octubre de 2013

"Bastille", de Isabel Coixet: El vídeo que ha salvado matrimonios

Este es un vídeo que ha salvado matrimonios. Un vídeo breve –5 minutos-, mezcla de emoción sincera y pinceladas tragicómicas, que formó parte de aquel precioso filme  “París, je t’aime”. De los 18 cortos allí reunidos, éste de Isabel Coixet es quizás el más valioso. Cuenta una historia sencilla, casi todo a través de un narrador, cuyo arranque podríamos resumir así:

Un hombre queda citado con su esposa en un restaurante. Durante la espera, recuerda en rápidos trazos como el afecto que les unió ha ido desvaneciéndose por la rutina. Esa monotonía, contra la que no quiso luchar, era la causa de que ahora se encontrara allí, dispuesto a decirle a su mujer que había dejado de quererla: que otra mujer le estaba esperando. Que tenía una amante. Que todo había terminado. Pero su esposa, que aparece con un simbólico abrigo rojo (leit motiv de todo el filme), llega con el rostro compungido y antes de que su marido pueda comenzar a hablar, rompe en sollozos porque tiene una enfermedad terminal y le quedan pocas semanas de vida.

Es entonces, verdaderamente, cuando empieza el relato. Una historia que nos habla de volver a amar cuando el amor parece perdido (O, mejor, cuando los sentimientos se han esfumado). Nos habla de “revalorar” al amado (volverlo a descubrir, y a amar) cuando sabemos que habremos de perderlo. Una vez leí que  “el secreto para dar relieve a lo más humilde, y aun a lo más humillante, es amar” (S. Josemaría). Esa es la clave: amar da sentido a nuestra vida, y da sentido a los sacrificios más costosos, a todo lo que podría ser monótono. Porque las repeticiones, que antes quizás agostaban la ilusión, ahora están llenas de significado.

Éste es el pasaje más importante: “Dispensó entonces a su mujer todas las atenciones que ella le había reclamado: colgar los cuadros que esperaban por toda la casa, ir de rebajas con ella pese a detestar las compras… Y, todo, incluso las cosas más insignificantes, tenían otro sabor desde que sabía que era la última vez que podía hacerlas por ella”. Entonces la narración alcanza su sentido más profundo: De tanto comportarse como un enamorado, volvió a enamorarse”.

No os digo más. Tan sólo que lo veáis con vuestro cónyuge, y que lo recomendéis a vuestros amigos. Sinceramente: merece la pena verlo.