El compositor Igor Stravinsky es conocido por su acendrado afán de perfección. En todas sus obras buscó siempre la excelencia. No se conformaba con medianías, ansiaba siempre lo sublime. Por eso rehizo una y otra vez algunas de sus más famosas partituras, y ensayó decenas de veces cada pieza antes de darles su visto bueno para el estreno.
Hoy, cuando en la sociedad parece imponerse la ley del mínimo esfuerzo; cuando en las vidas de tantos el deseo de bienestar se asume como la aspiración más alta; cuando en la educación se omite toda referencia al esfuerzo y al afán de mejorar… En suma, cuando en el trabajo se admite como norma el “yavalismo” (“¡Ya vale, ya!”) y se dice abiertamente que lo importante es la apariencia y no la tarea bien hecha, se agradecen anuncios como éste que abogan por la hermosura de lo costoso. Nos recuerdan claramente que “lo que vale, cuesta”, algo que deberíamos saber, pero que parecemos haber olvidado.
Ciertamente, esto no justifica la obsesión por el perfeccionismo. Más bien supone una llamada de atención para una sociedad que ha valorado en exceso el sentimiento en menoscabo de la voluntad, y que ha situado el hedonismo como valor máximo en la vida. La educación tiene hoy un reto muy importante: estimular, ante el conformismo, el afán de mejorar; ante el egoísmo, el deseo de servir; ante la abulia, el anhelo de los grandes ideales.
Por eso me gusta el lema de este anuncio, que podría redactarse: “Si algo se puede mejorar, no nos conformemos con la queja o el lamento; tratemos de hacerlo mejor, con deseo de servir, de crecer, de aspirar a lo más alto”. Es el reto de toda una civilización.
Nuevamente ¡excelente! gracias por hacer el bien, tan BIEN. Cuentas con mis oraciones desde México.
ResponderEliminarMuchas gracias, Paulina. El bien lo hacemos entre todos, por eso cuento con tu ayuda para llevar adelante la tarea de este blog.
ResponderEliminarGracias de nuevo. Un saludo,
Alfonso.