domingo, 29 de octubre de 2017

Casa Tarradellas: naturaleza, tradición y familia

Los anuncios de Casa Tarradellas siempre levantan un cierto revuelo de simpatía y admiración. Porque son campañas emotivas y alegres, con historias muy bien contadas, y en las que siempre sobresale el valor de la familia.

Hace unos años nos sorprendió con una preciosa historia de amistad entre el abuelo y su nieto más rebelde. Este adolescente, lejos de la ciudad y de las redes sociales, se siente “castigado” cuando su madre le deja en una masía en pleno campo. Pero el abuelo obra en él una gran transformación. La comida casera, los juegos al aire libre, los fuegos de campamento… apreciar la belleza de un amanecer o sentir la ternura de unos polluelos recién nacidos… todo eso cambiará por completo su vida y le hará descubrir el valor de su familia.

El año siguiente, nos sorprendió con una divertida historia de complicidad familiar en que el padre y los hijos se zampan en pocas horas horas la longaniza que su madre ha preparado con tanto cariño.

Sí, Casa Tarradellas hace siempre una publicidad simpática, con un storytelling amable que rezuma visión positiva. Por eso me ha encantado “redescubrir” este anuncio, gracias a la sugerencia de unos alumnos de 1º de Publicidad y RRPP en UIC Barcelona. Ellos son: Samir Chaoui, Isaac Ciller, Loan Muñoz, Pablo Pérdigo, Edu Prats y Rita Ventura. Como trabajo para mi asignatura, tenían que comentar una campaña reciente que aportara valores e ideas nuevas, y ellos han escogido este spot, que ha sido el "bombazo publicitario" del verano: en mes y medio, obtuvo más de 4.3 millones de descargas.

Narra una historia divertida, con un humor inteligente y que subraya siempre el atractivo del producto. De nuevo un adolescente descubre el entrañable apoyo que supone la familia: lo mucho que los padres saben de él y de sus amigos, y lo poco que es capaz de engañarles en lo que se refiere a sus proyectos y a su propia vida. Sobre todo la madre, que pasa casi en segundo plano, se convierte al final en el gran apoyo de lo que trama y anhela.

Como en casa, en ningún sitio”. Acertado eslogan, que marca el camino de una publicidad llena de valores. ¡Un aplauso a esta publicidad positiva y alegre, siempre en defensa de la familia, la tradición, la naturaleza… y la importancia de las cosas pequeñas!

sábado, 28 de octubre de 2017

"Verano 1993": Sigue ganando premios y despertando emociones

Con un montón de premios y nominaciones a su espalda (la última, esta semana: opta a la Mejor Opera Prima en la European Films Award), “Verano 1993” ha vuelto a la gran pantalla: la reponen salas grandes y pequeñas y diversas Filmotecas españolas. Sin duda, sigue siendo el film de moda.

(JUAN JESÚS DE CÓZAR) Será difícil que esta pequeña joya cinéfila cercana al cinéma vérité logre entrar en la selecta lista de las 5 cintas nominadas al Oscar a la mejor película en lengua no inglesa, pero pienso que la mayoría de los críticos españoles nos alegramos de la decisión. La terna preseleccionada por la Academia de Cine la completaban “Abracadabra” (Pablo Berger) y “1898. Los últimos de Filipinas” (Salvador Calvo).

Con un presupuesto de 960.000 euros –las otras dos candidatas invirtieron 5 y 6 millones, respectivamente–, la directora catalana Carla Simón desborda sensibilidad en su primer largo y deja que su alma de niña dirija la cámara. Porque lo que nos cuenta es su propia vida: los rasguños de su corazón, sus temores, sus desconciertos, sus celos infantiles… Pero, sobre todo, su imperioso anhelo de ser querida tras la muerte de sus padres en 1993, cuando ella tenía 6 años.

El verano de ese año Frida (Laia Artigas) se traslada a vivir con sus tíos, Esteve (David Verdaguer) yMarga (Bruna Cusí), que tienen una hija de 4 años (Paula Robles). Frida sabe que sus padres sufrieron una extraña enfermedad, que su madre está en el cielo y que debe rezar cada noche un Padrenuestro. Poco más le han contado sus abuelos (Isabel Rocatti y Fermí Reixach). Escasas piezas que no sabe cómo encajar en el volcán interior de unos sentimientos con los que ni ella misma se aclara, y que el espectador contempla con inquietud e incertidumbre.

Una historia tan delicada necesitaba unas opciones narrativas específicas para dotar a las escenas de una gran sinceridad. Y Simón acierta al elegir para su película un sobrio estilo documental, con un inteligente uso de la cámara al hombro –esas secuencias en segundo plano mientras contemplamos el rostro apagado de Frida– y una fotografía naturalista, que ponen el marco a unas interpretaciones que merecen comentario aparte.

Los actores adultos están muy bien, pero ¿cómo se dirige a unas niñas de 6 y 4 años? Porque a esas edades difícilmente se actúa: más bien se juega. Y entendemos que el rodaje habrá precisado de muchas horas de filmación en busca de la mayor naturalidad. Pues bien, el resultado que logra la directora es prodigioso y la pequeña Laia Artigas está inmensa.

Premiado como Mejor Primer Film en el pasado Festival de Berlín y galardonado en otros muchos festivales, “Verano 1993” se estrenó con éxito el pasado 30 de junio y aún sigue en la cartelera de nuestro país. Que sea por mucho tiempo.

lunes, 9 de octubre de 2017

El valor de la reconciliación

Mi lema preferido es éste: "Si la publicidad no sirve para iluminar, no sirve para nada". Por eso publico cada semana un spot que reúna estas tres condiciones: 1) Que haga pensar; 2) Que aporte luz y optimismo; 3) Que muestre que los anuncios pueden inspirarnos y hacernos mejores.

El vídeo que hoy he seleccionado es un spot de Coca Cola titulado “Reconciliación”, y fue creado por la agencia madrileña McCann Erickson hace ya tiempo. Por su acertada creatividad, mereció ese año el Gran Premio de Oro concedido por AMPE (Asociación de Medios Publicitarios de España) y el Premio al Mejor Spot del año concedido por la APPE (Asociación de Productores de Publicidad Española).

Es un anuncio muy sencillo, pero con una fuerte carga emotiva. Por una parte, nos habla de algunas cosas que dificultan la comunicación en la pareja: utilizar a los hijos como parapeto o como arma arrojadiza; suponer que una respuesta evasiva pretendía humillarnos o hacernos daño; generalizar a partir de un acto concreto como si fuera un defecto del otro imposible de corregir...

En un determinado momento, el chico que actúa de mensajero tiene una feliz inspiración. Y el anuncio empieza a hablarnos de otras cosas, mucho más positivas, y que todos deberíamos tratar de conseguir: olvidar con una sonrisa una palabra amarga, descubrir lo bueno del otro que habíamos ya olvidado, transformar los dardos encendidos en bellas palabras de perdón. Pero, aún más que eso, el anuncio nos habla de esos laberintos en que a veces nos encerramos, haciendo imposible toda comunicación con el exterior.

Hoy, que asistimos al drama de tantas familias rotas, viene bien descubrir que la publicidad, además de vender productos, puede promocionar ideas que nos ayuden a ser mejores.