(Por
Francisco J. Pérez-Latre)
Muchos recordarán el 2010 como el año de Facebook, Wikileaks y el iPad. La empresa de Mark Zuckerberg, hombre del año de la revista
Time en 2010, estaba
valorada en enero de 2011 en 50.000 millones de dólares, superaba los 600 millones de usuarios y crecía a un ritmo de 700.000 usuarios… al día.
El 28 de noviembre de 2010, Wikileaks adquirió protagonismo mundial con la publicación de sus “papeles secretos”.
Era el triunfo de la transparencia “radical” de los entornos actuales de la comunicación, donde podría aplicarse la máxima “si no quieres que se publique, no lo escribas”. Los que difunden comunicación deben plantearse que todo está expuesto a la mirada escrutadora de la red. La exposición a la opinión pública de Julian Assange ha sido tan intensa que muchos consideraron que el fundador de Wikileaks debía ser el hombre del año de
Time en lugar de Zuckerberg.
El iPad fue acogido con entusiasmo por los usuarios, que admiran tanto sus utilidades como su estética.
Ordenador portátil y versátil como pocos, integra capacidades que antes exigían máquinas diferentes, y facilita compartir vídeo, música y presencia en medios sociales. Algunos diarios y revistas lo ven como una tabla de salvación. La “experiencia de uso” de diarios y revistas se ve considerablemente mejorada: nuevas oportunidades asoman en el horizonte. De momento, News Corporation y Apple se asociaron ya a través del esperado
The Daily. El 2 de marzo de 2011 apareció el iPad2. A finales de marzo de 2011, se habían vendido ya más de 19 millones de unidades. Facebook, Wikileaks y el iPad pueden servir como símbolos del entorno actual.
Un panorama rico en oportunidades
En la comunicación siempre ha habido luces y sombras, problemas y oportunidades. El actual panorama digital es rico en oportunidades. Podría decirse que
el mundo está en la palma de nuestra mano, que estamos a “un sólo click” de contenidos actualizados e interesantes, que podemos tener una audiencia mundial. A la vez, la cercanía de noticias, entretenimiento, y juegos, provoca distracciones y empuja a algunos públicos a la gratificación instantánea, con sus lógicas secuelas de adicción.
Frenar el acceso a la red y los soportes móviles no parece la mejor opción educativa, y puede resultar incluso impracticable en la era “sin hilos”. Pero a estas alturas
sería ya poco razonable ignorar los problemas que se derivan del uso inadecuado de los medios digitales. La mayor parte de estos problemas existían en los medios analógicos: el exceso en el “consumo”, la proliferación de contenidos que, por decirlo suavemente, lesionan la dignidad humana, la explotación del sensacionalismo…
Vida "online" y "offline"
La vida
online no puede sustituir a la vida
offline. Dicho de otro modo, la tecnología está al servicio de las personas, y debería hacernos más sociales.En algunas situaciones las tecnologías pueden favorecer el anonimato. Y conviene subrayar que
en la comunicación digital es frecuente que no estén presentes las pistas visuales y verbales que aportan los encuentros cara a cara.
Pero también es verdad que la comunicación digital permite llegar a más personas y conservar con ellas al menos cierto grado de cercanía. A la vez, la multiplicación de “amistades”, en sí un fenómeno interesante y positivo, provoca también un crecimiento potencial de los encuentros con extraños y otros peligros. De esta manera, los riesgos de
cyberbullying aumentan.
La cuestión no parece resuelta, pues algunos públicos demuestran una falta de empatía inquietante, que podría verse facilitada por el “automatismo” o la distancia en la comunicación de personas que más que hablar, envían mensajes.
La conexión permanente está provocando ya síntomas evidentes de adicción, e incluso “síndromes” de falta de memoria.
Por tanto, otra de las paradojas de la comunicación digital es
la tensión entre aislamiento y búsqueda de contacto con amigos y contactos profesionales. Por una parte, algunos parecen refugiarse en relaciones virtuales que sustituyen la conversación directa para personas con escasa empatía y competencias sociales. Por otra, se incrementa el número de amistades y se intensifica la relación con los que tenemos más cerca. ¿Estamos ante la autonomía o ante la socialización? De alguna forma, el aislamiento es un indicador de que la comunicación no funciona.
Si usamos bien las tecnologías digitales, nuestra cercanía a los demás se incrementará. Estamos ante la presencia de una constante de la comunicación humana, que siempre encuentra nuevos modos de expresarse.
A veces, la distinción entre “vida
online” y “vida
offline” confunde un poco. La vida “
online” o virtual es vida real (aunque no sea física). Es decir,
la vida “online” es tan real como la vida misma, ocasión de despliegue de la propia personalidad y ejercicio de las virtudes (o de los defectos). Los que muestran respeto en la vida “
offline”, son también respetuosos en la web. La web es una “plaza pública”, donde nos retratamos constantemente.
Por eso, también en la red es necesaria la etiqueta. Basta asomarse a los comentarios en los blogs, Twitter, Facebook o YouTube para descubrir usuarios que, amparados en el anonimato, profieren insultos, siembran discordia y se muestran descorteses, hostiles y enfadados. La red es una extensión de las relaciones personales. Por eso
hay que reivindicar la comunicación franca y abierta, el optimismo, la cortesía, el respeto, el agradecimiento y la buena educación. Hay una revolución pendiente: la revolución de la amabilidad.
(Continuará: viernes 2.IX)