miércoles, 29 de junio de 2016

Danone: "¿Empezamos con una sonrisa?"

Danone nos ha sorprendido con un anuncio muy original que apuesta por el optimismo. Su lema, “¿Empezamos con una sonrisa?”, es más una propuesta para compartir que una pregunta para responder.

El spot arranca con un amanecer, porque siempre es posible volver a empezar. Un niño abre los ojos y despierta con una sonrisa. Unas palmas baten entusiasmadas, y una voz en off sale en apoyo de la imagen: “Hay muchos factores que influyen en nuestro estado de ánimo, pero hay algo, un gesto muy pequeño, capaz de mejorar nuestro día… ¡La sonrisa!”. Durante minuto y medio, el narrador explica con detalle cómo la sonrisa no sólo nos cambia la cara: también nos cambia la vida, porque despierta la ilusión y las ganas de vivir. Al final, el anuncio concluye: “Sabemos que no se puede cambiar el mundo de un día para otro, pero nosotros creemos que entre todos sí podemos mejorar las cosas... ¿Empezamos con una sonrisa?”.

Antes de leer el comentario que os propongo, quiero que veáis el spot.



Este anuncio se sustenta sobre cuatro grandes valores que iré desgranando en este artículo: optimismo, infancia, familia y amistad.

1. Optimismo: Indudablemente, la alegría y el optimismo son los valores fundamentales del anuncio. Niños sonrientes, familias alegres, parejas que festejan el simple hecho de estar juntas. También el sonido lo afirma. Lo primero que oímos es un batir de palmas lleno de alegría y entusiasmo. Batimos palmas cuando alguien nos agrada y nos hace felices, cuando algo nos parece sublime y hermoso, y también cuando cantamos y estamos alegres. Batir palmas es nuestro modo de expresar el gozo y el aprecio de algo.

Aún más, la palabra clave del anuncio es sonrisa. Cuando se menciona por vez primera, se hace un pequeño silencio, la música sube de volumen y el ritmo se acelera. La palabra se nos presenta como algo mágico: “Ese gesto tan común esconde poderes increíbles. Hay algo especial en la sonrisa (…). Se ha demostrado que la sonrisa alimenta nuestras emociones. Es decir, que por el simple hecho de sonreír, ya nos sentimos mejor”.

Y es que la sonrisa no es sólo un modo educado de mostrar agrado ante una visita. Esto sería ya bastante en un mundo regido sólo por la cortesía, pero no por el verdadero afecto. No, la auténtica sonrisa no es un mero convencionalismo; y, desde luego, es lo más opuesto a la simulación. Por eso el texto insiste: “No es un gesto aprendido. Antes de nacer los bebés sonríen en el seno materno”.

2. Infancia: Hablando de bebés, no es casual que la mayoría de los personajes del spot sean niños, y que cuando aparecen junto a mayores, sean ellos quienes asuman el protagonismo. Es sintomático que la primera imagen sea un niño que despierta, sonriente, con los primeros rayos de sol. Luego vemos a niños en distintas situaciones: jugando, compartiendo alegría, transmitiendo felicidad al mundo. Les vemos con su madre, en el salón de la casa; o con el padre, sonriendo en el jardín; en los columpios, en sano ejercicio físico; o bajo la lluvia, chapoteando bajo un paraguas. En toda circunstancia aparecen siempre con una franca alegría.

Porque en ellos, sonreír es algo natural: “Los niños son los que más sonríen: hasta 400 veces al día. En cambio, los mayores, unas 20”. Es una invitación a que aprendamos de ellos: a sonreír, a olvidar las penas, a afrontar la vida como un juego. Y no pensar en las tragedias, porque se esfuman todas cuando aprendemos a sonreír.

Esa idea del juego está presente en todas las escenas, pero principalmente en la que vemos a niños y niñas disfrazados de reyes y reinas. Porque ellos son los príncipes de la casa. Cuando el texto dice: “Pero hay algo, un gesto muy pequeño, capaz de mejorar nuestro día… ¡La sonrisa!”, lo que vemos es el rostro de una niña en un columpio que se acerca hasta el primer plano. Su sonrisa infantil es la mejor imagen de la felicidad.

3. La familia: Tan importante como los dos valores anteriores, resulta en el anuncio el contexto familiar. Todas las secuencias iniciales transcurren en el ámbito de una familia. Tras el despertar de un niño, vemos a una madre que juega con su hija. Después vemos al marido y a la mujer que contemplan asombrados una hoja de papel. A continuación, se nos muestra la causa del asombro: un dibujo de su hija, el dibujo de una familia unida –padre y madre cogidos de la mano– en la que ella es el centro de las atenciones.

La relación padres-hijos es el leit motiv de todas las historias, una relación de confianza que sobre todo se muestra cuando juegan juntos. Hay, además, dos imágenes muy significativas: la comida en la que están presentes los abuelos (lo que sugiere una familia abierta y generosa, que sabe tener espacio para los mayores: los que tienen menos vitalidad y salud) y la imagen del bebé en el vientre de su madre. Él ya forma parte de la familia, aún antes de nacer. Y es el portador de la alegría: “Antes de nacer los bebés sonríen en el seno materno”. Esa imagen –la del bebé sonriente– aparece de nuevo como cierre, mientras oímos la última frase de la narración: “¿Empezamos con una sonrisa?”. Porque empieza una nueva vida, porque la llegada de un bebé es la mayor alegría para una familia.

4. La amistad: El anuncio concede una gran importancia a las relaciones sociales y destaca en ellas su carácter benefactor. Somos mejores cuando estamos en grupo: “Lo mejor es que cuando vemos una sonrisa, la imitamos. Sonreímos 30 veces más estando en grupo que solos”.

Compartir. Esa es otra de las claves del anuncio. Compartir juegos y aficiones, compartir tiempo; pero, sobre todo, compartir alegría. Es algo que todos podemos hacer por los demás. Porque la alegría, como la sonrisa, es contagiosa: “Una reacción en cadena que podemos empezar todos cada día”. Esa es la primera y principal muestra de solidaridad. Antes que pensar en los que están lejos, en otros continentes, debemos pensar en los que están cerca: en nuestro propio hogar.

Este es, en síntesis, el mensaje lleno de optimismo que nos lanza Danone. ¡Bienvenido sea en nuestro mundo gris y apesadumbrado, donde tanta gente se ha olvidado hasta de sonreír!

Estreno de "1944": Humanidad en la barbarie bélica

(JUAN JESÚS DE CÓZAR) “En 1939 la URSS y Alemania firmaron un pacto de no agresión. Solo una semana después comenzó la Segunda Guerra Mundial. En 1940 la Unión Soviética se anexiona Estonia y 55.000 ciudadanos estonios son movilizados por el Ejército Rojo. En 1941 Alemania ocupa Estonia durante cinco años y 72.000 ciudadanos estonios son movilizados por las fuerzas armadas alemanas. En 1944 el ejército soviético se presenta en las fronteras de Estonia.” Con esta información insertada en la pantalla comienza “1944”, una película estonia que fue candidata a los Oscars 2016 por su país y que llegará a nuestras salas de cine el próximo 1 de julio.

Elmo Nüganen, uno de los protagonistas de la excelente “Mandarinas” (2013), es el director de este film bélico que quiere recordar una vez más el sinsentido de la guerra. Y lo hace presentando los puntos de vista de unos soldados estonios condenados a combatir en bandos diferentes como involuntarios enemigos. “Esta no es nuestra guerra”, dice uno de ellos, mientras el espectador no puede dejar de pensar en dos de los individuos más perversos que ha contemplado el siglo XX: Stalin y Hitler.

Esta notable cinta coral combina las escenas bélicas –muy bien ambientadas y rodadas– con las reflexiones de los combatientes, sin dejar de apuntar también las dolorosas consecuencias del conflicto para la población civil. Pero si una guerra es capaz de sacar lo peor del ser humano, también es testigo de los comportamientos heroicos de personas corrientes, que muestran una lealtad a su conciencia a “prueba de bombas” y que arriesgan generosamente su vida por salvar las de otros. Es el caso de Karl Tammik (Kaspar Velberg) y de Jüri Jogi (Kristjan Üksküla), paisanos en ejércitos opuestos; este último es además protagonista de una delicada historia de amor.

Al final, los deseos de perdón y de paz quedan expresados mediante la voz en off y los acordes de un precioso Agnus Dei, porque “ninguna es nuestra guerra”. Y es que, como escribió San Juan Pablo II: “El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda vida humana. Por ello, el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota de la razón y de la humanidad.”

miércoles, 22 de junio de 2016

"Idol": El sueño de ganar la 'Operación triunfo' de Beirut

(JUAN JESÚS DE COZAR).- Mohammed Assaf nació en Libia en 1989, pero a los cuatro años se trasladó junto a su familia al campo de refugiados Khan Younis, en la Franja de Gaza. Cantante de bodas en su adolescencia, su pasión por la música y su gran voz le permitieron alcanzar un sueño aparentemente imposible para un palestino de Gaza: participar en Beirut en el Arab Idol, un concurso similar a nuestra Operación Triunfo. La “hazaña” de Assaf, plagada de dificultades, merecía ser llevada a la gran pantalla y eso es lo que ha hecho Hany Abu-Assadal, un reconocido director de cine palestino con ciudadanía israelí que cuenta con dos filmes nominados a los Oscar: “Paradise Now” (2005) y “Omar” (2013).

Estrenada en España hace unos días, la película se mueve entre el realismo y el cuento de hadas, pero predominando siempre lo emocional sobre lo reinvidicativo. El director no oculta su intención de tocar la fibra del espectador desde los primeros minutos, contándonos algunos episodios familiares y la relación con sus amigos de la infancia, a través de unas escenas llenas de encanto y de inocencia. A la vez, no deja de mostrarnos las duras condiciones de vida de los habitantes de Gaza, y –años después– la devastación producida por la operación militar israelí “Plomo Fundido”, que destruyó miles de viviendas entre diciembre de 2008 y enero de 2009.

A lo largo de sus 100 minutos vemos desfilar una galería de bondadosos personajes que, directa o indirectamente, ayudaron a Assaf en su camino: sus padres, su hermana, un comprensivo funcionario, un generoso concursante palestino… Con estos apoyos y su firme determinación, Assaf no sólo persevera en su propósito sino que logra arrastrar a los habitantes de Gaza hacia una suerte de entusiasmo colectivo, uniéndolos a través de la música y de su simpatía. En este sentido, resultan elocuentes las imágenes de archivo que introduce el realizador sobre el seguimiento popular del concurso.

Tawfeek Barhom hace un buen trabajo encarnando al joven Assaf. Entre los secundarios resaltaría la presencia de Nadine Labaki, una actriz y directora libanesa cristiana, que compone un pequeño pero importante papel, y a la que vemos santiguarse en un momento dado: un detalle no superfluo en la línea del entendimiento entre unos pueblos tan necesitados de convivir en paz.

IKEA: ¿La mejor formación? En casa y con cariño

IKEA ha lanzado un magnífico spot que nos habla de la familia y de cómo educamos a nuestros hijos. En esto sigue la estela de las grandes marcas (Coca-Cola, Danone, etc.) que han decidido apostar por los valores en sus mensajes publicitarios.

Y, como el negocio de IKEA son muebles para el hogar, ¿qué mejor apuesta que el hogar como centro de la familia y de la educación?

El anuncio arranca de una escena muy cotidiana. Un padre y su hijo están viendo la televisión mientras ambos toman chucherías. Una estadística que sale en el informativo cambia la cara del padre: “Los niños aprenden lo que ven; y, sobre todo, lo que ven en el hogar”. Acto seguido, el padre se recompone en el sofá –estaba echado de cualquier manera– y trata de arrebatar los chuches de su hijo. Empieza entonces una cascada de escenas familiares en las que los padres se ven superados por las circunstancias: la hija masca chicle porque ve hacerlo a su madre, el hijo se rasca el trasero porque su tosco padre también lo hace, y todos se pasan horas en Internet porque los padres son los primeros en estar enganchados. En cada escena descubrimos el rostro avergonzado de un adulto que no logra mudar sus malas costumbres tan rápidamente como quisiera.

Esto debería conducir al desánimo, a la sensación de que nunca sabremos educarles bien. Todo lo contrario. El anuncio termina con una inyección de optimismo: nos hace ver que no hace falta ser unos padres modélicos para poder educar, ni hace falta leer manuales o acudir a sesiones de terapia colectiva. Basta una sola cosa: el amor, el amor de unos padres que anteponen sus hijos a todo lo personal. Un amor que los hijos descubren muchas veces cada día, y que les ayuda a distinguir, en las acciones de sus padres, las cosas que deben imitar de las que deben obviar (y aprender a disculpar).

De ahí el lema final: “Nada como el hogar para amueblarnos la cabeza”. En casa –y no en el Instituto ni en programas de buena ciudadanía– es donde deben amueblarse las cabezas de nuestros hijos. En casa es donde aprendemos, enseñamos, compartimos y queremos. Nuestra casa es el centro de la familia y el centro de la educación de los hijos. Amueblémosla bien. Con orden, con buen gusto… y con cariño.

miércoles, 8 de junio de 2016

Conmovedora campaña de True Move: un relato de amor y compasión

En un mundo en el que las catástrofes, la corrupción y lo negativo ocupa buena parte de los telediarios, se agradece de vez en cuando una bocanada de esperanza y optimismo. No es poca cosa: porque un pequeño acto de bondad, un simple gesto de compasión con el que sufre, puede cambiar toda una vida.

Con esta idea han trabajado los publicistas encargados de elaborar la nueva campaña de True Move, una compañía de comunicación tailandesa líder en el sector que continúa así una línea de publicidad que apuesta por los valores. Hace dos años comentamos aquí otra campaña de esta empresa, “Dar es la mejor comunicación”, que tuvo una extraordinaria aceptación popular: diez millones de visitas en dos semanas. Ahora repiten con otro emotivo vídeo que no deja indiferente a nadie.

Como en esa otra ocasión, la empresa ha decidido no publicitar ningún producto. Le basta con contar una historia (“storytelling”) que condense los valores de la marca. Su mensaje continúa el de la campaña anterior, y ellos lo resumen así: “Compassion is true communication”.

Por lo general, cuando una persona vive una situación límite, es capaz de sacar lo mejor y lo peor de sí mismo. Cuando la vida nos maltrata, cuando tenemos un golpe duro e inesperado, o cuando nos sentimos traicionados, nos resulta difícil confiar en los demás: no sabemos ya perdonar, y nos cuesta dar o, simplemente, sonreír.

Sin embargo, esta campaña nos muestra todo lo contrario. Nos dice que es posible cambiar: es posible dar sin esperar nada a cambio. Y nos lo dice sin palabras, por el gesto supera las diferencias de raza, lengua o cultura. Tal y como cuenta la hermosa historia que veréis a continuación, existe un lenguaje universal que trasciende todos los demás: el lenguaje de los gestos. Y un pequeño gesto de amor, de compasión, puede llegar a cambiar nuestra vida. Enhorabuena a True Move.

¡Ya soy catedrático!

Todavía no me lo creo, pero es verdad. Desde el 30 de mayo soy catedrático después de un recorrido de muchos años, que ahora me parecen meses. Primero fue la defensa de la Tesis, con Premio Extraordinario. Luego la promoción a Profesor Adjunto, en la Universidad de Navarra. Más tarde, y por concurso de méritos, la plaza de Titular Interino en la Universidad de Málaga. Y, por fin, la plaza de Titular de Universidad, que parecía el cénit.

Me equivocaba. La carrera universitaria empezaba entonces: estancias en el extranjero, publicación en revistas indexadas, dirección de Tesis y proyectos de investigación… El pasado 2 de noviembre, siendo ya Decano de Comunicación en la Universitat Internacional de Catalunya, me llegó la tan ansiada acreditación de la ANECA. Era ya "catedrático acreditado", pero aún sin cátedra. La obtuve la semana pasada, tras defender mi plaza ante 5 catedráticos y superar los 3 ejercicios: Curriculum, Lección magistral y Proyecto investigador. Como en los buenos relatos, hubo final feliz. Y mi sueño se hizo realidad.

La verdad es que ha sido un sueño largamente acariciado. Han sido diez años los que, de una forma u otra, he invertido en alcanzar el último peldaño del escalafón universitario. Por eso, si hace unos días presumía de hermano (dos Goyas y una Palma en Cannes: ¡vaya carrerón lleva este chico!), hoy me toca a mí. Pero no para presumir, sino para agradecer. Escribo estas líneas para compartir con vosotros este triunfo y para daros las gracias.

Gracias a los que me habéis acompañado en este proyecto. A mis padres, en primer lugar, que tanto han sufrido todas y cada una de mis caídas. A mis hermanos, que han seguido el proyecto desde lejos, pero siempre muy cerca. A mis compañeros y colegas de las 3 universidades por las que he pasado: Navarra, Málaga y la UIC (muy especialmente, a los de ésta ultima). A mis amigos de los lugares donde he vivido (Pamplona, Málaga, Marbella y Barcelona), y a los de todo el mundo: también los que hice en las estancias en Milán, Colombia y Perú. A tantos colegas de otras universidades que me han apoyado, estimulado y ayudado cuando hacía falta… ¡Muchas gracias! Gracias, sobre todo, por estar siempre ahí.