martes, 25 de marzo de 2025

“You can’t stop us”. Cuando el deporte nos enseñó a seguir luchando

En julio de 2020, mientras el mundo empezaba a salir de la primera ola del covid-19, Nike lanzó una campaña publicitaria titulada “You can’t stop us”. Era un grito a la pandemia: “¡No puedes detenernos!”.

Pensada y elaborada durante el confinamiento, la compañía no buscaba simplemente crear un nuevo lema, al estilo del ya icónico “Just do It”, sino recordar al mundo que, por mucho que caigamos —y, en ese momento, la sensación de caída se había apoderado de todos—, si luchamos, siempre podemos resurgir.

Con esa campaña, Nike transmitía un mensaje optimista y valiente, en medio de la situación en la que estábamos inmersos. ¡Y vaya si lo consiguió! En pocas horas el anuncio dio la vuelta al mundo y alcanzó más de 100 millones de visualizaciones en YouTube. Además, fue galardonado con premios como el Grand Prix del certamen Cannes Lions.

¿A qué se debía ese éxito? Durante la pandemia, vivimos momentos de incertidumbre, miedo y pérdida, pero también aprendimos la importancia del esfuerzo colectivo, la solidaridad y el espíritu de superación. El anuncio de Nike reflejaba precisamente esa capacidad humana de sobreponerse a la adversidad, transmitiendo un mensaje universal de que, cuando trabajamos juntos, podemos cambiarlo todo.

Se trataba, pues, de demostrar que —por encima de cualquier limitación— el espíritu deportivo es fundamental para aportar una serie de valores a la sociedad. Porque el deporte no es solo competición; es sacrificio, trabajo en equipo y la determinación de superar cualquier obstáculo, sin importar cuán grande sea.

Más allá del mensaje, el anuncio destacó por su innovadora realización audiovisual. El vídeo, dividido en dos a modo de espejo, muestra la similitud entre distintos deportes y deportistas: los preparativos de una nadadora se combinan con los de una corredora de 100 mt; el revés a dos manos de un tenista, con el swing perfecto de un bateador; la estirada de un jugador de béisbol para atrapar la pelota en su guante, con la de un portero para detener un balón de fútbol; y el giro sobre sí mismo de un lanzador de disco, con el giro de una bailarina en una prueba artística. 

A través de un montaje milimétrico y dinámico, se combinan los movimientos cinéticos de más de 50 atletas, creando unas conexiones visuales que refuerzan la idea de unidad y superación. Fue el resultado de visualizar más de 4.000 vídeos para seleccionar aquellos que encajaban con exacta precisión. Entre los rostros destacados aparecían figuras icónicas como LeBron James, Serena Williams, Kylian Mbappé, Megan Rapinoe o Caster Semenya.

La campaña de Nike trascendió el ámbito publicitario, convirtiéndose en un símbolo de fortaleza y determinación.

Cinco años después de esa dramática situación, “You can’t stop us” sigue siendo un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, el espíritu deportivo —y el humano— encuentra siempre la forma de avanzar y reinventarse. Nike quería recordar que la caída es parte del proceso. Que no importa el fracaso, sino la capacidad de levantarse ycontinuar. “Para aprender a triunfar —decía Michael Jordan—, primero tienes que aprender a fallar. Muchas veces”.

viernes, 7 de marzo de 2025

Cómo se hizo «El padrino» (1972), de F. F. Coppola

Considerada por muchos como la mejor película, El padrino es una cinta mítica, que en su momento llegó a ser la más taquillera de la historia. No la comento por los valores que refleja, sino por el trabajo de su producción, que no fue nada fácil y que salió adelante solo gracias al empeño, el buen hacer y la audacia de sus creadores. De ese empeño trata este nuevo artículo.

Todo empezó con una gran paradoja. El equipo de producción –con Marlon Brando a la cabeza– estaba convencido de que esta cinta iba a suponer un mazazo definitivo a la mafia norteamericana. Sin embargo, el productor Albert S. Ruddy tuvo que reunirse con el jefe de la camorra neoyorquina, Anthony Columbo, para garantizar que el filme podría rodarse en esa ciudad sin peligro de sabotaje por parte de las familias de delincuentes. A cambio, Ruddy se comprometió a que las palabras «Mafia» o «Cosa Nostra» no aparecieran en los diálogos del filme.

Como es sabido, la película comenzó siendo un libro que se vendió muy bien. Su autor, Mario Puzo, que no había destacado en sus dos primeras novelas, se había propuesto escribir «un espléndido best-seller sobre la mafia». Y, en efecto, El Padrino no sólo le sacó de apuros, sino que batió todo tipo de récords de venta en menos de un año: 500.000 ejemplares en tapa dura y más de diez millones en ediciones populares.

Pero no sólo Puzo tenía problemas económicos en ese momento. Tras ganar el Oscar al mejor guion por Patton (1969) y montar alegremente su propia productora, Francis Ford Coppola se encontraba prácticamente en la bancarrota. Afortunadamente, su origen italo-americano fue una baza decisiva para que el proyecto por el que muchos directores soñaban fuera a parar a sus manos: un joven de apenas 30 años, pero con una cercanía al mundo italiano y una gran sensibilidad para el desarrollo de personajes.

Esa sensibilidad trajo problemas en un principio. Coppola quería que fuera Lawrence Olivier quien hiciera el papel principal de Don Corleone; y lo mismo la Paramount, que no quería saber nada con un actor tan problemático como Brando; pero Mario Puzo, que escribió el guion, y el propio Coppola se empeñaron y consiguieron que fuera éste el elegido.

Y realmente fue una sabia elección. Marlon Brando se hizo al personaje a las mil maravillas, aparentando tener casi 70 años cuando sólo contaba 47. Y lo hizo sin ningún acercamiento previo al personaje, casi sin aprenderse el guion, para que la puesta en escena moviera sus reacciones y sentimientos. Incluso esa voz cascada tan característica fue un hallazgo no previsto: la copió de un verdadero jefe de la mafia, Frank Costello, con quien se entrevistó unos días antes de empezar la producción. Todo esto le confirió una aureola de prestigio entre el casting, mucho más joven que él y propenso a adorarle.

El rodaje comenzó una semana antes de lo previsto, porque los pronósticos metereológicos anunciaban nevada para los primeros días de marzo de 1971. Para filmar las escenas de la víspera de Navidad en los almacenes Best de la 5ª Avenida, Coppola preparó con adelanto a todo su equipo; pero la nieve no llegó, y tuvieron que poner en marcha las máquinas de efectos especiales. Como el público no estaba avisado, ese día se creó una gran confusión por los coches de época; pero los más sorprendidos fueron algunos viandantes madrugadores que quisieron entrar en Best a la mañana siguiente: en los exteriores todavía figuraban los precios de los productos de… ¡1945!

La escena más difícil de rodar fue el intento de asesinato de Don Corleone en el exterior de la factoría Olive. El set se había instalado en la calle Mott, un rincón del getho italiano que no había cambiado en los últimos treinta años. Durante tres días, Brando escogía sus naranjas y recibía los balazos antes de que una enfervorecida multitud aplaudiera desde las ventanas al terminar cada una de las tomas. Precisamente aquel apoyo popular fue un terrible calvario para Coppola: algunos del público se colaban entre las cámaras, otros aparecían en el fondo de la imagen y, sobre todo, más de un entusiasta se arrancaba a aplaudir a los actores antes de que el plano hubiera concluido.

Al final, la película funcionó a pesar de su largo metraje. Llegó a ser la más taquillera de la historia (hasta la llegada de Lucas y su Star Wars, en 1977), y barrió también en la noche de los Oscars: Mejor película, mejor actor (Brando) y mejor guion adaptado (Coppola y Puzo). Pero lo más asombroso estaba aún por llegar: su continuación, El padrino II (1974), obtuvo otros seis Oscars, y se convertía en la primera y única secuela de la historia que ganaba el Oscar al mejor filme. 

Ciertamente, se trataba de una película que había entrado por méritos propios en los anales de la Academia. Para muchos críticos, es la mejor película de la historia.