Ese año 2020 hemos vivido meses difíciles, que han sido desconcertantes o agobiantes con situaciones a veces críticas. Directa o indirectamente, todos hemos padecido la pandemia, y hemos sufrido sus consecuencias en la familia, los amigos o los compañeros de trabajo.
Todo eso es verdad. Pero también lo es que esta situación ha sacado lo mejor de cada uno. Nuestros sanitarios y enfermeras se dejaron la vida por salvar las de otros; muchos vecinos, que casi no se conocían, cantaron juntos de balcón a balcón y se hicieron amigos para siempre; y los jóvenes, siempre criticados de indolentes, se volvieron responsables ante la crisis y cuidaron de sus abuelos y de los más vulnerables con una dedicación sorprendente.
En mi universidad vivimos una situación sin precedentes. De la noche a la mañana, los profesores tuvimos que cambiar nuestros métodos docentes e impartir clases por Internet. No estábamos preparados, pero aprendimos con empeño e ilusión, y no dejamos de dar clase ni un solo día. También el PAS y los distintos servicios afrontaron una situación completamente nueva, teletrabajando desde casa, con sus ordenadores, muchas veces sin acceso a los documentos, a las plantillas o a los horarios de clases. Los alumnos agradecieron este esfuerzo, y ellos mismos, desde sus casas, siguieron las clases confinados: con buena o mala conexión, a veces mientras atendían a sus abuelos o a sus hermanos pequeños. E hicieron trabajos prácticos como pudieron, grabando con sus teléfonos móviles y editando en sus portátiles. Y ahí están esos telediarios y esos programas que son una respuesta maravillosa a ese coronavirus que les impidió utilizar el plató.
Ahora llega la Navidad, y con ella la esperanza. No solo porque se anuncian las primeras vacunas, sino porque llega el mejor de los anuncios: la noticia de la Navidad, la más luminosa y alegre, la única verdaderamente importante... La que merece ser recordada y celebrada por todos los hombres en todas las culturas. En la tele, en Internet o en los periódicos quizás salga lo más superficial de ella (festejos, cotillones), pero es en los mails, los whatsapps y los mensajes navideños, en las felicitaciones y los encuentros familiares -¡gran fracaso de los medios de comunicación!- donde esta Noticia crece y se comunica, entrañable y amorosamente. Porque la comunicación, o es humana y en favor de las personas, o no es nada. Y en Navidad nos comunicaremos de verdad, porque este tiempo es reacio a las fake news.
Que paséis unas muy felices Navidades, y que los Reyes Magos traigan los mejores regalos: ante todo, la paz y el amor; y, para todos, la salud. Que se acaben el terrorismo, la violencia y el paro; que acabemos con el hambre, las guerras y la falta de solidaridad; que la familia –tan castigada– vuelva a ser defendida por las instituciones, y pueda estar siempre unida y feliz; que se respete la vida, también cuando es débil o terminal, y sepamos cuidar siempre a nuestros mayores; que respetemos y cuidemos el planeta, comprometidos con la sostenibilidad; que todos podamos dar a nuestros hijos una educación conforme a nuestras creencias, y que haya ilusión, amor y esperanza en todos los hogares. Personalmente, me contentaré con el regalo de veros más a menudo.
A pesar de todo lo vivido, gracias por el 2020. Y que seamos un poco mejores en el 2021. Sobre todo, que no perdamos nunca la sonrisa.
Un fuerte abrazo navideño,
Alfonso Méndiz