Dentro de tres semanas se cumplen 5 años de la muerte de Agata Mroz, una desaparición que conmocionó a Polonia entera. El día de su funeral, miles de polacos se agolparon en el exterior de la iglesia, pues el templo no podía albergar más que unos pocos cientos de feligreses. Hubo llanto, oración, cantos y una profunda tristeza. Habían perdido a una gran deportista y, sobre todo, a una grandísima persona. Su vida fue corta, pero iluminó a muchos, y merece que hoy la recordemos.
Agata Mroz nació en Dąbrowa Tarnowska el 7 de abril de 1982. Desde muy joven destacó en el deporte del voleibol, en el que cosechó éxitos como alevín, infantil y juvenil. A la edad de 17 años le diagnosticaron la enfermedad de la leucemia. Su familia sufrió enormemente con la noticia, pero ella no se abatió. Dijo a sus familiares que iba a luchar por la vida con todas sus fuerzas, pero que necesitaba su apoyo y su alegría. Y venció. En poco más de un año estaba ya restablecida, y volvió de nuevo a entrenar para recuperar el tiempo perdido. Con 20 años se convirtió en la estrella nacional de este deporte, y con 21 lideró el equipo nacional polaco hasta ganar la final del Campeonato de Europa (2003), hazaña que repetiría también en 2005.
En septiembre de 2006 vino a nuestro país fichada por el CAV Murcia, y gracias a ella el Club murciano ganó el Campeonato de España con clara superioridad. Pocas semanas después volvieron a aparecer los síntomas de la leucemia, y Agata tuvo que retirarse de la competición y volver a su Polonia natal, donde fue recibida con entusiasmo. Los medios de comunicación la calificaban entonces como la mejor deportista polaca del siglo XXI.
Empezó entonces su calvario con la enfermedad. Tuvo que someterse a incesantes transfusiones de sangre, y todo el país se movilizó en una inmensa cadena de solidaridad para salvar a su estrella del deporte. Miles de personas donaron sangre como gesto de apoyo.
El 9 de junio de 2007 se casó con Jacek Olszewski. Su delicada salud le impidió realizar el proyectado viaje de bodas, pero eso poco le importó. Estaba con su marido y eso bastaba. A los pocos meses supo que estaba embarazada. Cuando acudió a los médicos, le dijeron que su enfermedad se estaba agravando rápidamente, y le aconsejaron abortar.
Agata tomó entonces una decisión heroica: no sólo rechazó el aborto, sino que postergó el trasplante de médula que estaban preparando los médicos hasta que pudiera dar a luz a su primera –y así lo intuía- también su única hija.
La prensa se hizo eco de esa decisión, y le pidieron varias entrevistas. En una de ellas, realizada al diario Dziennik en febrero de 2008, declaró con sencillez que nunca se había arrepentido de haberse quedado embarazada. "La noticia de que iba a ser madre me hizo sentir afortunada. Me llenó de alegría, porque quería sentir lo que suponía ser madre y dar a luz una vida humana; y también porque así le daría a mi esposo algo bueno de mí misma", fueron sus palabras.
Su hija Liliana nació el 4 de abril de 2008. Pocas semanas después, Agata se sometió al trasplante de médula, pero estaba ya muy debilitada. Aún resistió mes y medio, pero su cuerpo no superó las complicaciones que sobrevinieron y falleció en el hospital el 4 de junio de 2008. Tenía 26 años.
Sus funerales se celebraron el 9 de junio: en la misma iglesia y en el mismo día en que se casó con Jacek un año antes. Las multitudes lloraron su pérdida y quisieron acompañarla en su último adiós. Los medios de comunicación recordaron sus triunfos en el deporte, pero la gente le recordó por su valentía y generosidad al enfrentarse a la leucemia.
El Obispo Auxiliar de Kielce, Mons. Marian Florczyk, presidió los funerales y aseguró que Polonia había recibido de Agata “un impresionante testimonio de amor: a su país, a su marido y al sagrado don de la vida. Ese amor heroico a su hija aún no nacida es el mejor testimonio para esta sociedad, que parece no saber apreciar el gran regalo de la familia y de la vida humana”.
Su hija Liliana asistió a la ceremonia en brazos de su padre. Actualmente ambos viven en Brelavia, donde murió Agata. Jacek no deja de recordar a quienes le preguntan lo buena que fue su mujer, y el amor heroico que tuvo hacia su hija, antes de que naciera.
La prensa se hizo eco de esa decisión, y le pidieron varias entrevistas. En una de ellas, realizada al diario Dziennik en febrero de 2008, declaró con sencillez que nunca se había arrepentido de haberse quedado embarazada. "La noticia de que iba a ser madre me hizo sentir afortunada. Me llenó de alegría, porque quería sentir lo que suponía ser madre y dar a luz una vida humana; y también porque así le daría a mi esposo algo bueno de mí misma", fueron sus palabras.
Su hija Liliana nació el 4 de abril de 2008. Pocas semanas después, Agata se sometió al trasplante de médula, pero estaba ya muy debilitada. Aún resistió mes y medio, pero su cuerpo no superó las complicaciones que sobrevinieron y falleció en el hospital el 4 de junio de 2008. Tenía 26 años.
Sus funerales se celebraron el 9 de junio: en la misma iglesia y en el mismo día en que se casó con Jacek un año antes. Las multitudes lloraron su pérdida y quisieron acompañarla en su último adiós. Los medios de comunicación recordaron sus triunfos en el deporte, pero la gente le recordó por su valentía y generosidad al enfrentarse a la leucemia.
El Obispo Auxiliar de Kielce, Mons. Marian Florczyk, presidió los funerales y aseguró que Polonia había recibido de Agata “un impresionante testimonio de amor: a su país, a su marido y al sagrado don de la vida. Ese amor heroico a su hija aún no nacida es el mejor testimonio para esta sociedad, que parece no saber apreciar el gran regalo de la familia y de la vida humana”.
Su hija Liliana asistió a la ceremonia en brazos de su padre. Actualmente ambos viven en Brelavia, donde murió Agata. Jacek no deja de recordar a quienes le preguntan lo buena que fue su mujer, y el amor heroico que tuvo hacia su hija, antes de que naciera.
Preciosa historia, todo un ejemplo a seguir.
ResponderEliminarY que lo digas. Una mujer que lo tenía todo y que aceptó el trallazo de la enfermedad: ni siquiera pudo tener su viaje de Bodas. Y que, después, supo renunciar a todo, incluso a su vida. Sin duda, un amor heroico por su hija.
ResponderEliminarImpresionante testimonio de una mujer joven que tiene las cosas muy claras y un amor autentico a quien hay que querer ¡QUE PENA QUE NO HAYA VIVIDO MUCHO MÁS!
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