domingo, 15 de junio de 2014

La niña que soñaba con tocar el violín

Jaume Figa, un seguidor de este blog, me envía por mail este anuncio de Thailandia. Es una historia preciosa de superación personal, pero también de amor a la música y, sobre todo, de amistad delicada entre un anciano comprensivo y una muchacha soñadora.
  
Al principio, vemos a una niña que contempla a un violinista vagabundo. El relato se centra en el sonido: los primeros acordes del Canon de Pachelbel, en tono bajo y apagado; los ruidos y bocinazos de la calle; la voz gritona de su hermana que echa por tierra todos sus sueños: “¿Un pato que puede volar? ¿Y un muerto que toca el violín?”. Es lo que había escrito en una redacción… Entonces descubrimos que la chica es sordomuda, y que –abatida por la crudeza del entorno– ha dejado el más hermoso de todos sus sueños: aprender a tocar el violín.

El viejo vagabundo, que por su edad debería estar de vuelta de todo, es quien enciende en ella la llama de la ilusión. “¿Ya no tocas el violín?”, le pregunta por gestos; y ella baja la cabeza avergonzada. Más tarde, desahoga su pena con él: “¿¡Por qué soy diferente a los demás!?”. Y él responde, también con gestos: ¿Y por qué tienes que ser tú como los demás?. En el silencio de la conversación sin palabras, el viejo le confía su paradójico secreto: “La música… es algo visible. Cierra tus ojos, y lo verás”.

Empieza entonces el Canon de Pachelbel, ahora con más alegría y vitalidad. Es lo que él tocaba, lo que ella –intuimos- aprendió antaño del vagabundo. Y vemos cómo crece su espíritu, y la música, y el afán de aprender. “Oímos” su mejora, su crecimiento, su lucha...

Esta historia de una sordomuda que aprende a tocar el violín -contra todo pronóstico, contra la lógica de los sentidos- es una enseñanza vital en toda regla. Nos habla de abrir nuestro corazón a la esperanza, de creer que los sueños son posibles, y de luchar por conseguirlos con todas nuestras fuerzas. El amor mueve montañas. Y la fe también. Por eso, esa hermosa solidaridad entre los desvalidos –una sordomuda y un viejo de la calle– es el mejor espejo donde podemos mirarnos para aprender a vivir.

Por favor: enviadme más historias como ésta, y difundid este anuncio entre aquellos que puedan necesitar hoy un mensaje de esperanza.

2 comentarios:

  1. Primero de todo felicitarte por el blog, está muy currado y tiene mucha información. Enhorabuena. Pero no he podido evitar comentar esta entrada. Hay un desconocimiento general sobre las personas sordas. No son sordomudas, son sordas. La palabra "Sordomudo" es un término muy antiguo y por desgracia muy arraigado en nuestra cultura. Soy profe de un cole de sordos y te garantizo que los sordos hablan. Otra cosa es que no tengan un tono adecuado, o no se les entienda bien, pero ser "mudo" significa no tener capacidad para hablar o tener alguna lesión que impide emitir lenguaje. A los sordos les cuesta muchísimo trabajo aprender a hablar sencillamente porque no se oyen. Si todos empezamos a llamar las cosas por su nombre, será mucho más fácil convivir con la diversidad.
    Insisto, enhorabuena por el blog!
    MªJesús

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  2. Muchas gracias, Mª Jesús, por tu apreciación. Te agradezco que nos hayas aclarado este punto. Gracias también por tus elogios hacia el blog: cuento con tu ayuda para darle vida nueva cada semana.

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