Este spot, lanzado por Central Lechera Asturiana, es un canto a la vida. Y es, al mismo tiempo, un canto a las madres que han escogido serlo y han sabido darse a sus hijos. Un doble canto que hoy se escucha pocas veces, pocos lo cantan. Y todos deberíamos entonarlo: porque estamos olvidando las cosas más valiosas de nuestra vida.
El anuncio empieza con una carta que una madre escribe a su hijo recién nacido. Según escribe, el tiempo pasa deprisa, deprisa. “Hola, pequeño. Ahora que tienes toda la vida por delante, me gustaría que hiciéramos un trato”. En tono íntimo y afectuoso, la madre exclama su mayor deseo: “Quiero estar a tu lado siempre. Quiero estar muy cerca de ti cada vez que el príncipe rescate a la princesa (el bebé se ha convertido en niño) o cuando vuelvas a tirar porque te toca (ahora vemos a una niña que juega al parchís). Prometo no molestar (la niña ha crecido). Quiero acompañarte si te roban el corazón (es ya una adolescente) o si te lo dejan hecho trizas (la chica, ya joven, parece haber roto su primera relación)”.
Sí, toda madre quiere estar cerca de sus hijos. En la niñez y en la adolescencia, en la etapa de las rebeldías y en el estallido del primer amor. Y en la juventud, y en la madurez. Siempre. Alguien dijo una vez que la profesión de madre es la única que no conoce la jubilación. Yo añadiría que es la única que no sabe de fines de semana ni de vacaciones. A veces, ni de las noches para poder dormir.
El mensaje de este anuncio tiene hoy especial relevancia. Por eso he querido seleccionarlo para este blog. Uno y otro decimos muy a a las claras cuáles son nuestros valores, y batallamos por una publicidad que refleje lo mejor de la vida. Ya hay bastantes amarguras en el entorno.
La buena publicidad nos enriquece. Este spot es un ejemplo paradigmático. A mí me ha inspirado y me ha ayudado a ser más agradecido hacia mi madre. Espero que a vosotros os suceda lo mismo.
El anuncio empieza con una carta que una madre escribe a su hijo recién nacido. Según escribe, el tiempo pasa deprisa, deprisa. “Hola, pequeño. Ahora que tienes toda la vida por delante, me gustaría que hiciéramos un trato”. En tono íntimo y afectuoso, la madre exclama su mayor deseo: “Quiero estar a tu lado siempre. Quiero estar muy cerca de ti cada vez que el príncipe rescate a la princesa (el bebé se ha convertido en niño) o cuando vuelvas a tirar porque te toca (ahora vemos a una niña que juega al parchís). Prometo no molestar (la niña ha crecido). Quiero acompañarte si te roban el corazón (es ya una adolescente) o si te lo dejan hecho trizas (la chica, ya joven, parece haber roto su primera relación)”.
Sí, toda madre quiere estar cerca de sus hijos. En la niñez y en la adolescencia, en la etapa de las rebeldías y en el estallido del primer amor. Y en la juventud, y en la madurez. Siempre. Alguien dijo una vez que la profesión de madre es la única que no conoce la jubilación. Yo añadiría que es la única que no sabe de fines de semana ni de vacaciones. A veces, ni de las noches para poder dormir.
El mensaje de este anuncio tiene hoy especial relevancia. Por eso he querido seleccionarlo para este blog. Uno y otro decimos muy a a las claras cuáles son nuestros valores, y batallamos por una publicidad que refleje lo mejor de la vida. Ya hay bastantes amarguras en el entorno.
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