Las madres lo saben, aunque no sean psicólogas ni expertas en educación. Entre ella y su hijo existe una conexión absolutamente única: vital y emocional, misteriosa y sublime, que implica al corazón y a la persona entera. Sí, incluso todos lo sabemos: entre madre e hijo existe un lazo real, poderoso e inefable, que resulta difícil expresar con palabras.
Éste es el planteamiento de fondo que subyace en el spot que la casa de joyas Pandora ha lanzado en Internet y en las redes sociales. Se titula “The Unique Connection”, y actualmente cuenta ya con más de 20 millones de visitas. Es un experimento que ha dado la vuelta al mundo.
En el anuncio vemos a seis madres que esperan en línea la llegada de sus hijos. Uno a uno, y con los ojos vendados, los niños se acercan a esa fila de mujeres para tratar de identificar a su madre utilizando únicamente el sentido del tacto: tan solo su manecita, deslizada suavemente sobre la mejilla o la boca de esas mujeres, sobre sus cabellos o sus brazos, le sirven para reconocer de modo certero cuál de ellas es su propia madre. En el fondo, es su propio corazón el que les guía, mucho más que la tersura de la piel o el perfil de su rostro.
La búsqueda entrecortada que cada pequeño hace entre las seis candidatas es increíblemente tierna y emotiva. Todo un canto al amor de las madres y al vínculo existencial que desarrollan con cada uno de sus hijos.
El mensaje final del anuncio es precioso: “Todas las mujeres son únicas. Descubre y celebra aquella que llevas en el corazón”. Sin duda, supondrá un auténtico “subidón” de autoestima para aquellas madres que alguna vez han pensado que no eran lo suficientemente buenas con sus hijos. Todas lo son.
Éste es el planteamiento de fondo que subyace en el spot que la casa de joyas Pandora ha lanzado en Internet y en las redes sociales. Se titula “The Unique Connection”, y actualmente cuenta ya con más de 20 millones de visitas. Es un experimento que ha dado la vuelta al mundo.
En el anuncio vemos a seis madres que esperan en línea la llegada de sus hijos. Uno a uno, y con los ojos vendados, los niños se acercan a esa fila de mujeres para tratar de identificar a su madre utilizando únicamente el sentido del tacto: tan solo su manecita, deslizada suavemente sobre la mejilla o la boca de esas mujeres, sobre sus cabellos o sus brazos, le sirven para reconocer de modo certero cuál de ellas es su propia madre. En el fondo, es su propio corazón el que les guía, mucho más que la tersura de la piel o el perfil de su rostro.
La búsqueda entrecortada que cada pequeño hace entre las seis candidatas es increíblemente tierna y emotiva. Todo un canto al amor de las madres y al vínculo existencial que desarrollan con cada uno de sus hijos.
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