A veces la vida es dura, y cuando pasamos por malos momentos nunca está de más que alguien nos eche una mano, aunque se trate de un gesto simbólico. De esto trata el nuevo spot de Coca-Cola ("A generous World", Un mundo generoso) creado por la agencia Wieden+ Kennedy, de Portland, que se estrenó el pasado domingo durante la gala de los Óscar. Forma parte de la campaña "Destapa la Felicidad", que Coca-Cola lleva desarrollando en los últimos años.
El anuncio mezcla humor y sentimiento en dosis gigantescas, pues en él se suceden -uno a continuación del otro, como en cascada- una serie de acontecimientos desastrosos, a cuál peor. La primera imagen muestra a un joven que compra, feliz, una Coca-Cola en un kiosco. Está a punto de llevársela a la boca cuando una mujer, cerca de él, rompe una cuerda de su guitarra y ya no puede tocar. Nuestro joven decide que ella la necesita más que él, y le entrega generosamente su botella. Ella le da las gracias, y está a punto de beber el contenido cuando ve a una monja anciana cuyo coche está siendo remolcado por la grúa. ¡Se queda tirada sin medio de locomoción! La joven, entonces, pone cara de circunstancias y le da su Coca-Cola.
A partir de aquí, la Coca-Cola sigue haciendo de las suyas, y pasa de una persona a otra: la cascada de desdichas se convierte en una cascada de solidaridad. Cada vez que un infortunado está a punto de beber la botella, aparece otro que ha sufrido una desgracia peor, y entonces el primero comprende que lo suyo no es para tanto, por lo que ofrece generosamente al otro su único consuelo en la desgracia.
En la línea de sus anteriores campañas, Coca-Cola quiere promover la felicidad y la visión positiva. Pero, esta vez, el anuncio termina en suspense. Cuando la desgracia se cierne sobre el dueño del kiosko, y se cierra el círculo de personajes, surge la incertidumbre y la inquietud. ¿Qué puede pasar ahora?¿Qué desastre aún peor le puede pasar? La empresa quiere contar con la participación del público y nos invita a presentar nuestras propias ideas para el desenlace antes de dar a conocer la suya.
Para saber el final, habrá que esperar. Pero no hay problema. Vivimos en un mundo generoso...
El anuncio mezcla humor y sentimiento en dosis gigantescas, pues en él se suceden -uno a continuación del otro, como en cascada- una serie de acontecimientos desastrosos, a cuál peor. La primera imagen muestra a un joven que compra, feliz, una Coca-Cola en un kiosco. Está a punto de llevársela a la boca cuando una mujer, cerca de él, rompe una cuerda de su guitarra y ya no puede tocar. Nuestro joven decide que ella la necesita más que él, y le entrega generosamente su botella. Ella le da las gracias, y está a punto de beber el contenido cuando ve a una monja anciana cuyo coche está siendo remolcado por la grúa. ¡Se queda tirada sin medio de locomoción! La joven, entonces, pone cara de circunstancias y le da su Coca-Cola.
A partir de aquí, la Coca-Cola sigue haciendo de las suyas, y pasa de una persona a otra: la cascada de desdichas se convierte en una cascada de solidaridad. Cada vez que un infortunado está a punto de beber la botella, aparece otro que ha sufrido una desgracia peor, y entonces el primero comprende que lo suyo no es para tanto, por lo que ofrece generosamente al otro su único consuelo en la desgracia.
En la línea de sus anteriores campañas, Coca-Cola quiere promover la felicidad y la visión positiva. Pero, esta vez, el anuncio termina en suspense. Cuando la desgracia se cierne sobre el dueño del kiosko, y se cierra el círculo de personajes, surge la incertidumbre y la inquietud. ¿Qué puede pasar ahora?¿Qué desastre aún peor le puede pasar? La empresa quiere contar con la participación del público y nos invita a presentar nuestras propias ideas para el desenlace antes de dar a conocer la suya.
Para saber el final, habrá que esperar. Pero no hay problema. Vivimos en un mundo generoso...
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