Ser padre es un viaje maravilloso, pero también un viaje que transforma. Es un aprendizaje para el que nadie nos prepara, un descubrimiento de uno mismo y de la ternura de la que uno es capaz. Porque no se trata solo de criar a un hijo, sino de entregarse a él sin reservarse nada. Como decía Schiller, “lo que nos hace padres no es carne ni sangre, sino corazón”.
El reciente anuncio del Volvo EX90 que quiero comentar hoy arranca con la zozobra de un joven que sabe de pronto que va a ser padre y, justo en ese momento, recibe una llamada de su madre. En la conversación, el joven se manifiesta feliz e inquieto. “Estoy preocupado –le dice–; por la responsabilidad, por las noches en vela”.
Es un temor legítimo. Traer una vida al mundo no es solo una alegría inmensa, sino también un desafío que exige una entrega total. Además, no tenemos un manual de instrucciones, no hay fórmulas infalibles. Solo está el amor y la certeza de que, pese a los errores inevitables, daremos lo mejor de nosotros.
La madre, contenta porque pronto será abuela, responde con ternura: “Te ayudaremos en todo”. Ahí está otra de las grandes verdades de la familia: nadie está solo ante los grandes retos, y mucho menos ante el desafío de ser padre. Criar a un hijo es un esfuerzo compartido, donde cada generación apoya a la siguiente.
Dejar ir, sin dejar de estar
A medida que avanza el anuncio, el padre sigue desgranando sus pensamientos: la ilusión de ver crecer a su hija, la contradicción entre querer protegerla y dejarla marchar: “Quiero verla enamorarse, pero a la vez sé lo que ello significa”.
El amor paterno es un amor que deja volar. No es posesión, sino guía. Porque un día, todo padre tendrá que dar un paso atrás y confiar en que lo sembrado dará su fruto. Y ver a su hijo tomar decisiones, equivocarse, levantarse… aprender. El verdadero amor consiste en estar ahí, siempre presente, aunque ya no se tome su mano para cruzar la calle . “Estoy emocionado de escuchar lo que aprende sobre el mundo… por ella misma”.
Paralelamente a la conversación telefónica, vemos a una mujer que sube a un Volvo y conduce por una ciudad vacía. Vemos también a la esposa, que sale a realizar compras. No sabemos bien qué papel juegan una y otra en la historia. Pero al final, en un giro inesperado, ambos personajes se encuentran ante una situación trágica. No quiero destripar el anuncio, ni la emoción que transmite este relato. Te invito a que la vivas y la disfrutes por ti mismo.
Lo que sí queda claro es el mensaje: la seguridad es algo vital en la familia. Y esa promesa de seguridad es la que Volvo asume siempre en sus campañas. Por eso aquí, una vez más, familia, futuro y seguridad están entrelazados en el desenlace.
En la proximidad del día del padre, este anuncio puede hacernos reflexionar. Porque la paternidad consiste en la entrega sin reservas, sin esperar nada a cambio. Y en ese darse, paradójicamente, es donde encontramos la mayor felicidad.
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