A veces nos cuesta decir a nuestros hijos que les queremos. Tenemos miedo a mostrarnos frágiles, quizás demasiado emotivos, y en deuda con lo que nos han aportado. Nos cuesta reconocer que les apreciamos, que nos han ayudado, que les echamos de menos...
Sobre todo: que les queremos. Cuesta decirlo a los propios padres, a la mujer o al marido... pero sobre todo a los hijos. Hace falta un poco de humildad para reconocer que nuestra mirada agria, esa que adoptamos para hacer valer nuestra autoridad, es sólo una careta: no es lo que verdaderamente sentimos, es sólo fruto de un orgullo que no siempre somos capaces de rectificar.
Es importante comprender esto. Que no les comprendamos no quiere decir que no les queramos. Quiere decir que son diferentes, quizás de otra generación... pero siguen siendo de nuestra familia, de nosotros, de nuestra vida. Siguen siendo nuestros hijos. Afortunadamente, historias como éstas no son muy frecuentes, pero nos hacen pensar.
Ojalá que nunca lleguemos tarde para decírselo... Ellos lo están esperando.
Sobre todo: que les queremos. Cuesta decirlo a los propios padres, a la mujer o al marido... pero sobre todo a los hijos. Hace falta un poco de humildad para reconocer que nuestra mirada agria, esa que adoptamos para hacer valer nuestra autoridad, es sólo una careta: no es lo que verdaderamente sentimos, es sólo fruto de un orgullo que no siempre somos capaces de rectificar.
Es importante comprender esto. Que no les comprendamos no quiere decir que no les queramos. Quiere decir que son diferentes, quizás de otra generación... pero siguen siendo de nuestra familia, de nosotros, de nuestra vida. Siguen siendo nuestros hijos. Afortunadamente, historias como éstas no son muy frecuentes, pero nos hacen pensar.
Ojalá que nunca lleguemos tarde para decírselo... Ellos lo están esperando.
Las tragedias orientales son especialmente amargas. Son facilonas en su maldad. Repugnantes.
ResponderEliminarPor otra parte, olvidándomoe de la factura de este corto: ¿por qué siempre es el padre el que no comprende al hijo?¿Por qué es siempre el hijo el que sufre la injusticia? ¿Por qué suele ser el padre el equivocado y el hijo el que acaba triunfando?
Tópicos, superficialidad,... hamburguesas
Pues a mí sí me ha gustado. Serán trágicos los oreintales, pero saben tocar el corazón. Y dicen cosas que es verdad: decir a tiempo lo que de verdad se siente.
ResponderEliminarAquí nadie es el malo, o más bien lo son los dos. n iel hijo sabe hablar ni el padre escuchar. Y tarde descubren que la vida pudo haber sido de otro modo.
Con la madre ausente, el cairño del padre era más importante. Y en el último segunod de su vida, el padre ve cómo podría haber sido la relación con el hijo.
Ya lo he dicho. A mí me parece que está muy bien.
Saludos.
Ser padre es maravilloso, apasionante, pero muy dificil. Sobre todo tiene mucho de inseguridad, acertar con la desición a tomar con las normas a establecer.
ResponderEliminarComo padre me apoyo mucho en la providencia divina acudo a san José para que me ayude e intento formarme lo mejor que puedo por lo que acudo a cursos de orientación familiar. En mi ciudad Málaga hay una organización "ALBATROS" que lo hace muy bien, desde aquí quiero darles las gracias y animarles a seguir en ello.
Rafael Cañizares
Alfonso, no sé si te acuerdas de mi. Quiero darte la enhorabuena por los correos tan interesantes que nos mandas... y yo reenvió. Me ayudó mucho este vídeo sobre la importancia de dedicar más tiempo a los hijos.
ResponderEliminarMil gracias, de verdad. Y que sigas con esta fantástica labor.