Este es un gran anuncio mexicano, ganador de varios premios, que resalta algunos de los valores familiares más bellos: la inocencia, la generosidad, el amor a la familia y el respeto a los mayores; el pensar en los demás, el sacrificio oculto para que otros logren sus metas... Y, sobre todo, el cariño de unos nietos por su abuelo, al que saben ya mayor y necesitado de ayuda.
La escena comienza de un modo muy normal y cotidiano. En el desayuno de un sábado cualquiera, cuatro hermanos hacen planes para esa mañana: "¿Qué tal si vamos de tiendas? Podemos...". De repente, todos reparan en que el abuelo se ha puesto su mejor traje, y se hace el silencio. Sólo el más decidido se atreve a decir: "Hoy va a ser un gran día, abuelo". Y logra la primera sonrisa de su yayo: "Gracias, mi vida".
Entonces, como impulsados por un resorte, todos dejan sus platos de cereales y salen de estampida a por las bicicletas. En realidad, les mueve el amor. Por eso se atreven a pedir en las tiendas de chucherías una cosa verdaderamente extraña: "Señor, ¿no tiene Vd. esas ranitas de hojalata de colores?". Sorpresa en el tendero. Y el chico se va. Y vuelta a empezar en otra tienda: "¿No tiene Vd. ranitas de hojalata de colores?" Nueva sorpresa. Y nueva apariencia de desidia: "Bueno, adiós. Gracias".
Al final -no quiero desvelar el secreto- advertimos que todo ha sido una pequeña muestra de amor. Me corrijo: una gran muestra de amor. Porque ese amor es gigantesco, y hace que esta historia sea inmensa y haga derramar lágrimas de gratitud a todos los abuelos que aún mantienen joven su corazón.
El lema final es todo un legado: "Que tengan un buen corazón depende de ti". Ojalá hubiera más anuncios como éste. Porque los niños aprenderían la grandeza que han atesorado sus mayores. Y los mayores descubrirían la inocencia y el amor que pueden encerrar esos nietecillos aparentemente traviesos.
La escena comienza de un modo muy normal y cotidiano. En el desayuno de un sábado cualquiera, cuatro hermanos hacen planes para esa mañana: "¿Qué tal si vamos de tiendas? Podemos...". De repente, todos reparan en que el abuelo se ha puesto su mejor traje, y se hace el silencio. Sólo el más decidido se atreve a decir: "Hoy va a ser un gran día, abuelo". Y logra la primera sonrisa de su yayo: "Gracias, mi vida".
Entonces, como impulsados por un resorte, todos dejan sus platos de cereales y salen de estampida a por las bicicletas. En realidad, les mueve el amor. Por eso se atreven a pedir en las tiendas de chucherías una cosa verdaderamente extraña: "Señor, ¿no tiene Vd. esas ranitas de hojalata de colores?". Sorpresa en el tendero. Y el chico se va. Y vuelta a empezar en otra tienda: "¿No tiene Vd. ranitas de hojalata de colores?" Nueva sorpresa. Y nueva apariencia de desidia: "Bueno, adiós. Gracias".
Al final -no quiero desvelar el secreto- advertimos que todo ha sido una pequeña muestra de amor. Me corrijo: una gran muestra de amor. Porque ese amor es gigantesco, y hace que esta historia sea inmensa y haga derramar lágrimas de gratitud a todos los abuelos que aún mantienen joven su corazón.
El lema final es todo un legado: "Que tengan un buen corazón depende de ti". Ojalá hubiera más anuncios como éste. Porque los niños aprenderían la grandeza que han atesorado sus mayores. Y los mayores descubrirían la inocencia y el amor que pueden encerrar esos nietecillos aparentemente traviesos.
Si yo pudiera poner a mi equipo de hijos para ayudarme a vender eliminaba a la competencia.
ResponderEliminarLa estrategia es formidable.
Un abrazo Alfonso
Rafa Cañizares
Gracias, Rafa. Tú solo vendes más que nadie. No necesitas ningún equipo de ventas. Y, además, sabes que puedes contar siempre con el equipo de tus hijos. ¡Eres un privilegiado!
ResponderEliminarOtro abrazo.
Alfonso.