(JUAN JESÚS DE CÓZAR).- Que una película lleve como título un nombre propio es siempre una declaración de intenciones. Además de señalar al espectador en qué personaje se centrarán los conflictos y el arco de transformación, le avisa sobre el punto de vista narrativo elegido para el relato. En este caso, el de una niña de 10 años llamada Blanka –la elección del nombre no es arbitraria– que malvive en las calles de Manila. Abandonada por su familia, sale adelante mediante pequeños hurtos y las limosnas que recibe. A raíz de una noticia de televisión se le ocurre una gran idea: ahorrará dinero para “comprar” una madre.
Esta premisa argumental va a permanecer como fondo de toda la historia que nos cuenta “Blanka”, una cinta que han coproducido tres países: Filipinas, Italia y Japón. Con gran sensibilidad, el director japonés Kohki Hasei nos entrega un film de corte social, conmovedor y realista, pero ha puesto mucho cuidado para evitar la seca dureza que pudiera traicionar el mencionado punto de vista infantil.
La labor de casting es todo un acierto. A la pequeña Blanka da vida la filipina Cydel Gabutero, que borda su papel como “niña de la calle” y nos sorprende además con su preciosa voz. Le acompañan Peter Millari (Peter), un auténtico músico callejero, y el niño Jomar Bisuyo (Sebastián). Con ellos mantendrá Blanka las conversaciones más emotivas, impregnadas de un lirismo aparentemente impropio de estos “perros callejeros” –así se autocalifica uno de los personajes–, pero indicativas del buen corazón que los tres poseen.
Con ellos recorreremos los suburbios de Manila de día y de noche, con sus luces y sus sombras. Encontraremos seres desvalidos dispuestos a ayudar y gente mezquina, bienestar y miseria, calor de hogar y abandono… De manera fugaz pero evidente se menciona también la labor de las religiosas con los huérfanos de esa gran ciudad. La cálida fotografía de Takeyuki Onishi contribuye sin duda a materializar este cúmulo de sensaciones y brilla especialmente en las escenas nocturnas.
Doblemente premiada en el Festival de Venecia 2015, y galardonada también en los Festivales de Friburgo y Kolkata, esta sensible y oportuna película se estrena en España el próximo 23 de septiembre.
Esta premisa argumental va a permanecer como fondo de toda la historia que nos cuenta “Blanka”, una cinta que han coproducido tres países: Filipinas, Italia y Japón. Con gran sensibilidad, el director japonés Kohki Hasei nos entrega un film de corte social, conmovedor y realista, pero ha puesto mucho cuidado para evitar la seca dureza que pudiera traicionar el mencionado punto de vista infantil.
La labor de casting es todo un acierto. A la pequeña Blanka da vida la filipina Cydel Gabutero, que borda su papel como “niña de la calle” y nos sorprende además con su preciosa voz. Le acompañan Peter Millari (Peter), un auténtico músico callejero, y el niño Jomar Bisuyo (Sebastián). Con ellos mantendrá Blanka las conversaciones más emotivas, impregnadas de un lirismo aparentemente impropio de estos “perros callejeros” –así se autocalifica uno de los personajes–, pero indicativas del buen corazón que los tres poseen.
Con ellos recorreremos los suburbios de Manila de día y de noche, con sus luces y sus sombras. Encontraremos seres desvalidos dispuestos a ayudar y gente mezquina, bienestar y miseria, calor de hogar y abandono… De manera fugaz pero evidente se menciona también la labor de las religiosas con los huérfanos de esa gran ciudad. La cálida fotografía de Takeyuki Onishi contribuye sin duda a materializar este cúmulo de sensaciones y brilla especialmente en las escenas nocturnas.
Doblemente premiada en el Festival de Venecia 2015, y galardonada también en los Festivales de Friburgo y Kolkata, esta sensible y oportuna película se estrena en España el próximo 23 de septiembre.
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