miércoles, 19 de mayo de 2010

Cine y fascinación: la capacidad sugestiva de las películas

En los artículos anteriores, hemos reflexionado sobre dos aspectos del cine y de las teleseries que afectan a la esfera social: la legitimación de actitudes y comportamientos, y la “autoridad social” para representar un modelo válido de familia. Esto nos ha permitido conocer la influencia del audiovisual (cine y televisión) en la esfera externa y colectiva del ser humano: la influencia sociológica. Pero las pelícuklas y teleseries influyen también en la esfera interna e individual de la persona humana: ésa es su influencia psicológica.

Algo hablamos de esa influencia psicológica cuando abordamos el tema de la “transferencia de personalidad”. Ahora me gustaría añadir algo sobre la capacidad sugestiva de las películas: sobre cómo actúa el cine en nuestros mecanismos de cognición e interpretación de la realidad.

A poco que reflexionemos, nos daremos cuenta que la representación audiovisual (cine y televisión) posee una capacidad muy superior a la de otros medios de comunicación: prensa, revistas, radio, grabaciones musicales... Una capacidad superior para fascinarnos, para evadirnos de la realidad y transportarnos a otro mundo de valores. La representación en los filmes es siempre una experiencia viva y fuerte, emocionalmente dramática, y con frecuencia se acaba asimilando como una experiencia vivida. Puede alcanzar esa conmoción interior que los clásicos denominaban "catársis".

Así, por ejemplo, una chica joven podría pensar: “¿Cómo me van a decir mis padres que la relación sexual se orienta a la vida y sólo tiene sentido en el matrimonio? ¡Si yo sé cómo es (autoridad epistemológica) y cómo debe ser (autoridad deontológica) el sentido de la relación sexual! ¡Si sé que tiene sentido cuando hay “amor”, cuando es expresión de un sentimiento! ¡¡Si lo he visto con mis propios ojos, si lo he vivido!!”. En realidad, lo ha visto y lo ha “vivido” en el cine, pero lo ha asimilado como algo vivido en primera persona.

Esas imágenes audiovisuales le han permitido asumir la instancia de testigo presencial: considera verdaderamente que ha experimentado esos hechos, y por tanto le parecen más verdaderos y reales que los discursos de sus padres y educadores. El tratamiento del tema, la historia “vivida” o “experimentada” en la película o la teleserie, adquiere así el estatus de algo incontestable, asentado en virtud de una supuesta experiencia propia.

Esta faceta de “manipulación de la experiencia” resulta mucho más importante en los jóvenes, pues son más vulnerables al poder fascinador de la imagen. Cuando en la escuela se habla de valores o actitudes morales, o cuando sus padres les proponen hablar “de algo serio”, inmediatamente ponen un filtro ante lo que oyen, porque lo interpretan como “imposición”, como “sermón” o, en el peor de los casos, como flagrante “manipulación”. Pero no piensan nada de eso cuando ven una película que les habla también de valores y de actitudes morales.

Las historias (asumidas como “experiencias” personales) parece fluir con espontaneidad, pero son fruto de una determinada concepción de la vida: detrás de ellas hay un filtro intelectual que muestra unos modelos de felicidad y unos personajes que pueden hacernos parecer ridícula una virtud o aceptable y digna una conducta viciosa. Penetran en su mundo interior sin obstáculos, a remolque de las emociones vividas en su imaginación.

2 comentarios:

  1. Josefina López del Moral20 de mayo de 2010, 14:08

    De acuerdo de nuevo contigo, y hoy he aprendido dos conceptos nuevos: autoridad epistemologica y autoridad deontologica. La verdad que aprendo mucho contigo, además de gustarme la labor que haces. Josefina.

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  2. José C. Martín Palanca21 de mayo de 2010, 9:50

    Posiblemente el aspecto fundamental en que incide el cine en la gente en general y en la juventud en particular, no es tanto en las salas cinematográficas de exhibición, a las que va cada vez menos público dado el precio de las entradas, como en la pequeña pantalla (TV), por la que se meten todo tipo de bodrios, barbaridades y basuras. Y me refiero a todas
    esas series, excepción de algunas que están bien hechas y que transmiten mensajes al menos inócuos, que ven todo tipo de personas, desde niños hasta personas de la llamada tercera edad.
    Es obvio que esos modelos o paradigmas plenos de antivalores, en muchísimos casos, es los que se suele "grabar", a veces de manera indeleble, en el criterio de muchos telespectadores.
    Para eso están las subvenciones, sobre todo al cine español.
    Quizá, en sus mensajes subliminales, queda lo bochornoso de la cutrez y de lo irremediable a la hora de devaluarse, por sí misma, tan averiada mercancía. "En el pecado, va la penitencia".

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