En la ficción audiovisual, todos tenemos claro que el héroe no nace: se hace -o mejor, se forja- en el logro de una misión. Una misión que le es encomendada, que muchas veces le supera, y para la que siempre necesitará ayuda por parte de alguien (Lo vual exige de él una cierta dosis de humildad). Pero existe también el superhéroe, tan de moda en la filmografía contemporánea; y sobre él ha escrito Mario López de Astea un interesante artículo en Aceprensa. Reproduzco aquí la primera parte de esa nota.
No nos referimos aquí al origen del superhéroe –la causa de los superpoderes–, sino del proceso por el que un personaje con superpoderes termina convertido en superhéroe. En esa ficción, los poderes pueden ser innatos (o de origen extraterrestre), aparecer de modo fortuito (casi siempre por cuestiones de biotecnología fuera de control) o tener un origen inexplicado (forma parte del misterio que envuelve su identidad). También puede apuntarse un suceso que actúe como detonante —como ya se ha comentado, abundan los superhéroes con una agenda de venganza disfrazada de justicia—; pero, como señalaba Sánchez Escalonilla en el título de su libro, un héroe se forja. Según sea la catadura moral de la "persona", así será luego el "héroe".
Peter Parker, huérfano bien educado por Aunt May y Uncle Ben, da un buen Spider-Man (a pesar de su momento oscuro); Lucas, que desborda ingenuidad y buenos sentimientos, resulta ser un buen protegido (un poco torpe, pero va aprendiendo); Clark Kent, criado por Martha y Jonathan según los valores tradicionales, se convierte en el superhéroe que encarna las esencias del espíritu americano (aunque sea un illegal alien).
Para hacerse, los héroes deben, en primer lugar, enfrentarse a sí mismos, afrontar a la vez sus poderes y sus limitaciones. Por lo que parece, no debe resultar sencillo: el propio Luke Skywalker, campeón de la Fuerza, fracasó en su prueba en Dagobah. Y otros muchos de estos superhéroes modernos comparten la misma debilidad.
Simplificando su actitud ante los superpoderes, podríamos decir que los héroes de hoy caben en tres categorías que, a su vez, son todo un apunte psicológico: los que anhelan esos poderes, los que los rechazan, los que los aceptan. En este último grupo están los idealistas, que piensan haber recibido algún tipo de don, intentan averiguar por qué y suelen usarlo en favor de los demás porque se sienten llamados a actuar con especial responsabilidad (Peter Parker, Hiro, Micah). Los que anhelan tener superpoderes suelen ser egoístas (los quieren por motivos superficiales, como Ando, o sencillamente malvados, como Sylar). A otros no les hace gracia la habilidad que poseen, pero la aprovechan: son los pragmáticos como Nathan Petrelli, Matt Parkman (Heroes) o el Culebra (Los protegidos). Por último están los amargados por su habilidad, porque no saben cómo manejarla o porque lamentan que les haya tenido que suceder precisamente a ellos (Jessica en Heroes y Sandra en Los protegidos). En el fondo, son distintas actitudes ante un mismo objeto: la misión en esta vida y qué hacer con los talentos recibidos.
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