En la música y el diseño las cosas no mejoran. El otro fenómeno analizado por la Asociación Psicológica Americana, muestra la “sexualización malsana de las chicas que aún no saben lo que es ser sexy”.
Lady Gaga, Katy Perry, Cristina Aguilera o Miley Cyrus son sinónimo de provocación y contradicción. Sus ansias de romper con lo establecido –como Rihanna o Kesha con looks y modales agresivos y animalizados– o de apuntarse a la moda más extravagante, destacan lo efímero del producto en que se han convertido. Es evidente además el fenómeno “copia” que unas hacen de otras, como sucede claramente con las nuevas Madonnas. ¿Pero qué tiene todo esto que decir ante alguien que se sabe permanente por el mero hecho de ser personal y único?
Ahondando en la realidad de los personajes que dan vida a estos modelos de conducta, es evidente que antes o después los productos se rompen para dejar llorar a las personas que llevan dentro. Porque “cuando se exhibe lo más íntimo a la mirada de todos, la exhibición funciona como un juego de estímulos alejado de toda relación personal”, menos individual y más intercambiable.
Un par de ejemplos representan la tragedia de convertirse en producto. Es el tercer año que la cantante Britney Spears se mantiene bajo la custodia de su padre, tras un matrimonio estrella roto y perder la custodia de sus hijos por distintas adicciones. La cantante Miley Cyrus, recién premiada con el Mejor Vídeo del año por Can’t be tamed, es otro de los casos de transformación en producto por interés de la productora. Sin contar con la pérdida de intimidad a la que se ven sometidas o entregadas con la ayuda de los medios de comunicación de corte rosa.
Jugar con parecerse a estos modelos es en muchos casos decepcionante. Los comentarios zafios de los chicos o sentirse usadas o deseadas sin quererlo, muestran que nadie les explicó que “el cuerpo tiene un significado más profundo que mirar una casa o un paisaje e incluso una escultura o pintura, –donde el cuerpo es transformado por técnicas, pero no se muestra tal cual es–”. Además, este tipo de mujer disponible para el juego sexual solo puede acentuar la tendencia de perpetuo adolescente de muchos hombres jóvenes de hoy. Algo que no contribuye a encontrar un hombre dispuesto a asumir compromisos y responsabilidades.
Imágenes construidas
Pocas voces desde el diseño son tan claras a la hora de hablar de este fenómeno y sus consecuencias como la de la diseñadora Miuccia Prada, quien confiesa “no soportar que las mujeres quieran estar guapas de una forma terriblemente banal que las hace infelices”. ¿Será que no todo es arte? El diseño, como una forma artística más, es arte humano en cuanto trata al cuerpo como parte de la persona. Courreges también se moja respecto a las trasparencias y desnudos: “hoy los desfiles tienen que ver con teatro, no con estilo. Son espectáculos desagradables para la mujer”.
La asociación psicológica americana ha medido los efectos que estas imágenes tienen entre las adolescentes, en concreto en las series de televisión, revistas, videojuegos o videoclips. La sexualización provoca una pérdida de autoestima, tendencias depresivas y desórdenes alimentarios. Otro ejemplo interesante es el testimonio del vídeo americano “Amor sin remordimiento”, donde se expresa el sentimiento de culpabilidad permanente de las chicas sobre su propio cuerpo, cuando ya han perdido todo el respeto al mostrarse accesibles. “Su corazón aspira a un amor mejor, pero si el valor sexual es lo primero que me atrae de una mujer, pensaré que eso es lo mejor que ella puede ofrecerme”. La pregunta que plantea en su discurso ante un pabellón de un instituto público es para qué llegar al límite.
Preocupa el tipo de belleza femenina que se desprende de esos modelos. Por una parte, la periodista americana Tina Gaudoin señala la responsabilidad de toda la sociedad en promover el cambio, lo que incluye a los hombres, en muchos casos directivos de industrias del lujo, la belleza y la moda. Por otro lado, habría que enseñar a las jóvenes a ser más conscientes de que lo que ven en las revistas o en las pantallas son imágenes construidas que no pueden ser sus referentes por no responder a un modelo real.
Qué queremos transmitir
Lo importante es saber qué queremos decir con nuestro modo de vestir. La diseñadora chilena Magdalena Elton advierte: “La primera manera de comunicarnos con los demás es a través de nuestra imagen, y por eso hay que pensar qué se quiere transmitir. Ahí es donde se debe usar la inteligencia, para decidir y no dejarse llevar por estereotipos que no te representan”. Elton piensa que “hay que aprender a elegir y mirar lo que nos puede aportar y para eso hay que tomarse tiempo”, porque lo inmediato puede jugar contra la elegancia.
Magdalena Elton creó, con un equipo de profesionales, la asociación Versátima, que ofrece asesoría personal de imagen e imparte cursos a grupos sobre cómo encontrar un estilo personal acorde a la identidad, gustos y ocupaciones de cada mujer.
Pues hay muchas mujeres que no se sienten representadas por los modelos que proponen los medios. ¿Qué hay de iconos como Audrey Hepburn –símbolo de elegancia para muchas mujeres–, que afirmaba que una mujer no vale por su figura ni por la ropa que viste, sino que “tiene que ser vista en sus ojos, porque son la puerta de su alma, donde habita el amor”? ¿Qué hay de las preocupaciones e ilusiones de la mujer real?
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