El terremoto de Japón y la fuga radiactiva de Fukushima, el rescate de los mineros chilenos, el terremoto de Haití y otros desastres internacionales de interés mundial han puesto de manifiesto el poder de las redes sociales –Twitter, en especial– como fuentes de información inmediata.
Recientemente la comunidad online Webnode publicó un infograma que comparaba el número de tweets referentes a la crisis nuclear con el avance de la nube radiactiva.
La información emitida desde esta red basada en el microblogging superaba en inmediatez y en eficacia a otros medios tradicionales, como la radio o la televisión. Pero el fenómeno no es actual. Ya en 2008 –parece mucho a la velocidad a la que avanza la tecnología-, dos años después del nacimiento de Twitter, Mike Wilson, un ciudadano como tantos, se convirtió en reportero ocasional minutos después de que el Boeing 737-5000 del vuelo 1404 del Continental en el que viajaba se estrellara en Denver (Colorado) al escribir en su smartphone: “Mierda, acabo de tener un accidente aéreo”.
Ese mismo año, el terremoto de China y los ataques terroristas en Bombay -con tweets lacónicos como “El Taj está en llamas” o “se necesita sangre en el JJ Hospital”, marcarían a Twitter como un importante instrumento para comunicar, incluso como un servicio social, en situaciones de emergencia.
Y en 2009, la mejor foto del accidente de un avión en el río Hudson la hizo un twittero con su iPhone. En segundos, su cuenta fue seguida por miles de personas en todo el mundo.
Twitter, con sus 140 caracteres idóneos para crear eslóganes de campaña, se ha convertido también en un instrumento político, empleado tanto por los candidatos en sistemas democráticos como por los disidentes en sistemas dictatoriales en los que la libertad brilla por su ausencia: ha sido la voz de los sin-voz, el poder de los sin-poder, como pudimos comprobar en la revolución verde de Irán; en Cuba con el blog www.desdecuba.com/generacióny y el twitter asociado de su autora, Yoani Sánchez; o más recientemente con las revoluciones sociales del norte de África. Un mes antes de que se iniciaran las revueltas en Túnez, y se hicieran eco los medios de comunicación, alguien advirtió en un tweet: "cuando no hay libertad en la calle, los jóvenes la buscan en la red”.
155 millones de tweets diarios
Twitter cumple cinco años y ha triplicado sus datos con respecto al año pasado: según informes de la propia empresa, se produce un promedio de 155 millones de nuevos tweets diarios entre todos sus usuarios, frente a los 50 millones de mensajes al día de 2010.
La red del pajarito azul, cuyo nombre significa literalmente gorjeo, trino, parloteo, se encuentra pues en plena apoteosis cantora. Su capacidad de comunicar y de generar comunidad la hacen idónea como herramienta para tener al corriente a los demás miembros, del mismo modo que los pájaros crean vecindad en un árbol y se dan noticia de las novedades.
Sergio M. Mahugo, periodista, twitero y profesor universitario, considera que Twitter “es información en estado puro. Y el secreto de su éxito, que la información es adictiva. Nadie en su sano juicio buscaría en Twitter reflexiones profundas ni análisis sesudos pero sí primeras impresiones, titulares, breaking news”.
Incluso, hay quien considera que la limitación de espacio y la economía de caracteres, es un ejercicio interesante para convertirse en mejor escritor, en mejor periodista.
¿Pero se puede considerar realmente información lo publicado en Twitter? El hecho de tratarse de un medio editable por toda persona que tenga al menos un móvil y una cuenta, la ausencia muchas veces de fuentes fidedignas o de su contraste informativo, permiten dudar que sea un auténtico medio de comunicación.
Prueba de ello son los numerosos bulos que circulan por la red. Recientemente recibimos la noticia y el desmentido inmediato de la muerte de Manuel Leguineche. Pero no es el único. Twitter “ha matado” a la estrella de las artes marciales, Jackie Chan; a los actores Charlie Sheen y a Owen Wilson practicando snow; y a Zach Braff y a Lindsay Lohan por una sobredosis. Incluso a Morgan Freeman, hecho que fue publicado en un falso reportaje atribuido a la cadena CNN que dio la vuelta a medio mundo en el que se relataba la muerte del actor. No siempre estas “muertes” son producto de la imaginación, de la broma o de la insensatez, en ocasiones esconden mala intención o deseos de convertirse en trend topic o tema del momento.
Otra cuestión que recientemente ha levantado ampollas ha sido la creación de hashtag o etiquetas desde cuentas falsas, que hacen muy difícil descubrir cuáles son verdaderamente los intereses de la comunidad de usuarios de Twitter. O también, el empleo de etiquetas que suelen aglutinar a muchos seguidores para fines autopromocionales, como ocurrió recientemente con David Bisbal que escribió sobre un concierto bajo la etiqueta #prayforjapan, lo que provocó las iras de la comunidad.
Recientemente la comunidad online Webnode publicó un infograma que comparaba el número de tweets referentes a la crisis nuclear con el avance de la nube radiactiva.
La información emitida desde esta red basada en el microblogging superaba en inmediatez y en eficacia a otros medios tradicionales, como la radio o la televisión. Pero el fenómeno no es actual. Ya en 2008 –parece mucho a la velocidad a la que avanza la tecnología-, dos años después del nacimiento de Twitter, Mike Wilson, un ciudadano como tantos, se convirtió en reportero ocasional minutos después de que el Boeing 737-5000 del vuelo 1404 del Continental en el que viajaba se estrellara en Denver (Colorado) al escribir en su smartphone: “Mierda, acabo de tener un accidente aéreo”.
Ese mismo año, el terremoto de China y los ataques terroristas en Bombay -con tweets lacónicos como “El Taj está en llamas” o “se necesita sangre en el JJ Hospital”, marcarían a Twitter como un importante instrumento para comunicar, incluso como un servicio social, en situaciones de emergencia.
Y en 2009, la mejor foto del accidente de un avión en el río Hudson la hizo un twittero con su iPhone. En segundos, su cuenta fue seguida por miles de personas en todo el mundo.
Twitter, con sus 140 caracteres idóneos para crear eslóganes de campaña, se ha convertido también en un instrumento político, empleado tanto por los candidatos en sistemas democráticos como por los disidentes en sistemas dictatoriales en los que la libertad brilla por su ausencia: ha sido la voz de los sin-voz, el poder de los sin-poder, como pudimos comprobar en la revolución verde de Irán; en Cuba con el blog www.desdecuba.com/generacióny y el twitter asociado de su autora, Yoani Sánchez; o más recientemente con las revoluciones sociales del norte de África. Un mes antes de que se iniciaran las revueltas en Túnez, y se hicieran eco los medios de comunicación, alguien advirtió en un tweet: "cuando no hay libertad en la calle, los jóvenes la buscan en la red”.
155 millones de tweets diarios
Twitter cumple cinco años y ha triplicado sus datos con respecto al año pasado: según informes de la propia empresa, se produce un promedio de 155 millones de nuevos tweets diarios entre todos sus usuarios, frente a los 50 millones de mensajes al día de 2010.
La red del pajarito azul, cuyo nombre significa literalmente gorjeo, trino, parloteo, se encuentra pues en plena apoteosis cantora. Su capacidad de comunicar y de generar comunidad la hacen idónea como herramienta para tener al corriente a los demás miembros, del mismo modo que los pájaros crean vecindad en un árbol y se dan noticia de las novedades.
Sergio M. Mahugo, periodista, twitero y profesor universitario, considera que Twitter “es información en estado puro. Y el secreto de su éxito, que la información es adictiva. Nadie en su sano juicio buscaría en Twitter reflexiones profundas ni análisis sesudos pero sí primeras impresiones, titulares, breaking news”.
Incluso, hay quien considera que la limitación de espacio y la economía de caracteres, es un ejercicio interesante para convertirse en mejor escritor, en mejor periodista.
¿Pero se puede considerar realmente información lo publicado en Twitter? El hecho de tratarse de un medio editable por toda persona que tenga al menos un móvil y una cuenta, la ausencia muchas veces de fuentes fidedignas o de su contraste informativo, permiten dudar que sea un auténtico medio de comunicación.
Prueba de ello son los numerosos bulos que circulan por la red. Recientemente recibimos la noticia y el desmentido inmediato de la muerte de Manuel Leguineche. Pero no es el único. Twitter “ha matado” a la estrella de las artes marciales, Jackie Chan; a los actores Charlie Sheen y a Owen Wilson practicando snow; y a Zach Braff y a Lindsay Lohan por una sobredosis. Incluso a Morgan Freeman, hecho que fue publicado en un falso reportaje atribuido a la cadena CNN que dio la vuelta a medio mundo en el que se relataba la muerte del actor. No siempre estas “muertes” son producto de la imaginación, de la broma o de la insensatez, en ocasiones esconden mala intención o deseos de convertirse en trend topic o tema del momento.
Otra cuestión que recientemente ha levantado ampollas ha sido la creación de hashtag o etiquetas desde cuentas falsas, que hacen muy difícil descubrir cuáles son verdaderamente los intereses de la comunidad de usuarios de Twitter. O también, el empleo de etiquetas que suelen aglutinar a muchos seguidores para fines autopromocionales, como ocurrió recientemente con David Bisbal que escribió sobre un concierto bajo la etiqueta #prayforjapan, lo que provocó las iras de la comunidad.
(Continúa mañana)
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