Queda una semana para la Navidad, la época más feliz del año; la época de la infancia, de la inocencia, del volver a ser niños… o, al menos, de intentarlo. Es la época de los buenos propósitos, de los anhelos más altos (paz, dicha, amor) y de los deseos de felicidad. Es la época del perdón y del reencuentro, de volver a la amistad y a la familia. Por eso es también la época en la que sale a flote todo lo bueno… porque anhelamos ser buenos otra vez, y regalar a los demás lo mejor de nosotros mismos.
Es la época de compartir abrazos, recuerdos, ilusiones... Y todo, porque hace dos mil años nació un Niño en un portal. Fue el mayor regalo de la historia: el auténtico reencuentro, el mayor abrazo, el mayor perdón… Pero de esto casi nos hemos olvidado.
En este spot se reúnen muchas de estas cosas que anhelamos en estas fechas: amor, cariño, familia, amistad. En él descubrimos que el verdadero regalo no es nada costoso ni extraordinario: son las personas, nuestros seres queridos, con los que convivimos a diario.
“Todos nos quejamos de una madre que insiste en que vayamos a comer los domingos, de un padre que nos trata como si nunca hubiéramos crecido (…). Nos quejamos de un amigo que no para de llamar (…); de una novia que pregunta en qué piensas, o de un novio que nunca lo pregunta... Y, de pronto, llega la Navidad, y pensamos: ¿qué sería de nosotros sin ellos...?
Os dejo que veáis el final. ¡Feliz Navidad! Y que los buenos anuncios nos ayuden a ser mejores.
Es la época de compartir abrazos, recuerdos, ilusiones... Y todo, porque hace dos mil años nació un Niño en un portal. Fue el mayor regalo de la historia: el auténtico reencuentro, el mayor abrazo, el mayor perdón… Pero de esto casi nos hemos olvidado.
En este spot se reúnen muchas de estas cosas que anhelamos en estas fechas: amor, cariño, familia, amistad. En él descubrimos que el verdadero regalo no es nada costoso ni extraordinario: son las personas, nuestros seres queridos, con los que convivimos a diario.
“Todos nos quejamos de una madre que insiste en que vayamos a comer los domingos, de un padre que nos trata como si nunca hubiéramos crecido (…). Nos quejamos de un amigo que no para de llamar (…); de una novia que pregunta en qué piensas, o de un novio que nunca lo pregunta... Y, de pronto, llega la Navidad, y pensamos: ¿qué sería de nosotros sin ellos...?
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