(JUAN JESÚS DE CÓZAR) Estrenada el mes de julio y todavía con una fuerte presencia en la cartelera internacional, “Dunkerque” ha sido sin duda la película del verano. Con un presupuesto de 100 millones de dólares, esta ambiciosa coproducción entre el Reino Unido, USA, Francia y Países Bajos lleva recaudados hasta el momento más de 460 en todo el mundo.
Pero hablar de “Dunkerque” es hablar de Christopher Nolan, el director de esta cinta visualmente espectacular y de sonoridad apabullante. Desde que en el año 2000 llamara la atención con “Memento” –convertido en auténtico film de culto–, Nolan es seguido por multitud de cinéfilos que aguardan con expectación cada uno de sus estrenos. Ahí están títulos como “El caballero oscuro” (2008), “Origen” (2010) o “Interstelar” (2014), por citar algunos de los más recientes.
La historia que se nos cuenta es bien conocida. Estamos en 1940 y, tras la invasión de Francia por la Alemania nazi, cientos de miles de soldados aliados se retiraron a la ciudad costera de Dunkerque, junto al mar del Norte, a 10 km. de la frontera con Bélgica. Mientras los soldados esperan su evacuación, las fuerzas alemanas se acercan cada vez más y la situación se vuelve tensa y casi insoportable. Sabemos el desenlace, que no mencionaremos en esta reseña.
Entre los actores, veteranos como Kenneth Branagh o Mark Rylance –quizá la interpretación más sobresaliente–, y rostros jóvenes como los de Fionn Whitehead o Harry Styles, el que fuera líder de la banda One direction.
Nolan logra definir magistralmente las coordenadas de espacio (tierra, mar y aire) y de tiempo (una semana, un día, una hora), para sumirnos en un clima bélico que bascula entre la tragedia y la esperanza. A través de escenas magníficamente rodadas –con 6000 extras y sin efectos digitales– y la impresionante fotografía de Hoyte van Hoytema, el director inglés narra los acontecimientos casi sin necesidad de diálogos. Pero esta meritoria opción conllevaba un peligro que, en mi opinión, no se logra salvar del todo, porque la escasa “sustancia” del guión literario impide una mejor definición de los personajes y, como consecuencia, una mayor implicación emocional por parte del espectador.
No obstante, en “Dunkerque” se resaltan suficientes comportamientos ejemplares, actuaciones heroicas y gestos de valentía y generosidad como para recomendar una película que estará en la quiniela de los Oscar y que puede acaparar los premios técnicos, incluido el correspondiente a la –quizá abrumadora– banda sonora de Hans Zimmer.
Pero hablar de “Dunkerque” es hablar de Christopher Nolan, el director de esta cinta visualmente espectacular y de sonoridad apabullante. Desde que en el año 2000 llamara la atención con “Memento” –convertido en auténtico film de culto–, Nolan es seguido por multitud de cinéfilos que aguardan con expectación cada uno de sus estrenos. Ahí están títulos como “El caballero oscuro” (2008), “Origen” (2010) o “Interstelar” (2014), por citar algunos de los más recientes.
La historia que se nos cuenta es bien conocida. Estamos en 1940 y, tras la invasión de Francia por la Alemania nazi, cientos de miles de soldados aliados se retiraron a la ciudad costera de Dunkerque, junto al mar del Norte, a 10 km. de la frontera con Bélgica. Mientras los soldados esperan su evacuación, las fuerzas alemanas se acercan cada vez más y la situación se vuelve tensa y casi insoportable. Sabemos el desenlace, que no mencionaremos en esta reseña.
Entre los actores, veteranos como Kenneth Branagh o Mark Rylance –quizá la interpretación más sobresaliente–, y rostros jóvenes como los de Fionn Whitehead o Harry Styles, el que fuera líder de la banda One direction.
Nolan logra definir magistralmente las coordenadas de espacio (tierra, mar y aire) y de tiempo (una semana, un día, una hora), para sumirnos en un clima bélico que bascula entre la tragedia y la esperanza. A través de escenas magníficamente rodadas –con 6000 extras y sin efectos digitales– y la impresionante fotografía de Hoyte van Hoytema, el director inglés narra los acontecimientos casi sin necesidad de diálogos. Pero esta meritoria opción conllevaba un peligro que, en mi opinión, no se logra salvar del todo, porque la escasa “sustancia” del guión literario impide una mejor definición de los personajes y, como consecuencia, una mayor implicación emocional por parte del espectador.
No obstante, en “Dunkerque” se resaltan suficientes comportamientos ejemplares, actuaciones heroicas y gestos de valentía y generosidad como para recomendar una película que estará en la quiniela de los Oscar y que puede acaparar los premios técnicos, incluido el correspondiente a la –quizá abrumadora– banda sonora de Hans Zimmer.
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